Irresistible.

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El día se había pasado volando, para mí, para Samuel, para Zeus, para todos en los que estábamos involucrados en este lío.
Pero está noche olvidaríamos eso. La noche era mi parte favorita del día.
Samuel se había desnudado en el baño, estaba a punto de bañarse. Yo me había jurado que mientras el juicio estuviera en pie no tocaría a Samuel, pero es muy difícil no hacerlo estando así, provocándome de esa forma, no era justo, no lo era.
Se acercó hacia mí con la toalla blanca en cintura y me miró con esos ojos cafés tan hermosos.
-¿No me vas a acompañar? -me dijo.
No, quise decirle, pero las palabras no me salieron de la boca.
-Sí, ahora te alcanzo.
Las palabras me salieron de la boca sin pensarlas. Aunque no me había arrepentido por ello. Un buen baño con Samuel, es todo lo que quiero. Un relajante baño y nada más.
Pero sabía que no iba a ser así.
Me quité la ropa hasta quedar en bóxer y me dirigí hacia el baño.
Zeus se encontraba durmiendo, no había problema por ello, no al menos por esa parte.
Abrí la puerta del baño y el vapor fue fulminante, apenas y podía ver. Samuel se encontraba desnudo adentro de la ducha, con las gotas resbalandole por todo el pecho marcado.
-Dios mío -susurré a modo de que él no escuchara.
Se pasaba el jabón por el pecho, los brazos y cintura. Fue ahí cuando me quité el bóxer y entré con él a la ducha.
Rodié su cintura y él se volteó repentinamente, me sonrió, me levantó en vilo, y de pronto, me encontraba frente a él, con mis piernas enroscadas en su cintura mientras él seguía sonriéndome.
-¿Hace cuanto no hacíamos esto? -le dije poniendo mis brazos sobre su cuello.
-Hace mucho tiempo, chiqui.
Y ahí estaba esa palabra, esa palabra que me hizo recordar muchas cosas en un instante. Lo besé y él me correspondió el beso. Dios mío, Samuel de Luque, ¿por qué eres tan irresistible? ¿por qué?
Me arrinconó contra la pared mientras me seguía besando tan apasionadamente como si fuera la primera vez. Una excitación que no había sentido jamás me recorrió todo el cuerpo. Samuel pasó de besarme los labios, a besarme el cuello, y estoy casi seguro que hubiera seguido bajando hasta llegar a mi miembro, pero no podía hacerlo, no podía hacerlo debido a que me tenía cargando.
De pronto, sentí el gran miembro de Samuel dentro de mí.
-¡Auch! -gemí. Samuel me puso una mano en la boca y comenzó a moverse.
Daba suspiros mientras Samuel se movía lenta y deliciosamente dentro de mí. Amaba esto, lo amaba a él, era encantador, excitante, abrumador.
-Guille... te... quiero... -me susurró mientras se movía.
No respondí, no podía hacerlo, los suspiros y gemidos no me lo permitían. Sin duda era el baño más excitante que había tenido.
Me bajó, puse las manos contra el cristal empañado de la regadera y me mantuve ahí. Samuel volvió a penetrar, está vez un poco más fuerte, me mordí el labio inferior para no gritar ruidosamente. Dios mío, o había sido tanto tiempo que Samuel no hacía esto, o le había crecido unos cinco centímetros más.
Seguía moviéndose dentro de mí mientras yo intentaba contener mis suspiros y gritos. Finalmente, se retiró, me besó, me abrazó y continuamos bañándonos. Me pidió que le enjabonara la espalda y así lo hice, después el hizo lo mismo.
Cuando salimos, nos envolvimos en la toalla y nos pusimos solo boxers para dormir, el uno morado y yo uno verde.
En eso, el teléfono sonó, era mi primo.
-¿Guille? -dijo David.
-Sí, sí, soy yo, ¿que pasó?
-Ella va a ir a declarar mañana.
Y con eso tuve para no dormir toda la noche.

Un Amor de Medianoche  «Wigetta» (Saga Wigetta a Medianoche 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora