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       — ¡Riho! Te fusite corriendo y no me esperaste... —Yui sonaba ofendida, con la silla a centímetros de la puerta del comedor, sin poder pasar del umbral para no caer por la rampa, bastante empinada, pero se detuvo cuando vió a las tres secándose lágrimas inútilmente.— No lloren, me harán llorar también... —Parpadeó para despejar su vista.—¿Por qué lloran?

       — Yu-i.

       Yui pareció tardar un momento en creerlo, mirando a Moa mientras sus ojos se iban llenando cada vez de lágrimas, hasta cubrir su rostro con sus manos y comenzar a llorar.

       Moa fue a abrazarla, y la otra correspondió.

       Riho anunció que iría a buscar a Mikiko, dejándolas a las tres en el comedor.

       Yui no pudo evitar ver las marcas en el cuello de Moa.

       — ¿Tú y... Lo...?

       Moa negó.

       — Algo —Murmuró.

       — ¡Kikuchi Moa!

       Saltó un poco al escuchar el grito de Mikiko, que había entrado corriendo al comedor.

       — Dime que Riho no miente. —Habló, Moa vió detrás de ella, a Koba y a otros que se asomaban en la puerta.

       — No —dijo. Negando.

       — Awww, bebé. —La mayor la abrazó con fuerza, sonriendo ampliamente, sintiéndose a desbordar de ternura por aquella sílaba que había sonado como un pequeño "Ño"

       Su directora sacó su celular, donde Moa marcó el teléfono de su madre, hablando con ella por primera vez, con lágrimas cayendo por su rostro, y Suzuka abrazándola, ayudándola a mantenerse de pie.

       Moa seguía siendo bastante callada, respondía con pocas palabras, y hablaba muy bajo, en un tono sutil, que hacía que todos hicieran silencio para que se pudiera escuchar su suave y tierna voz.

       Sin querer hacerlo a propósito, continuaba haciendo señas para hablar, acompañando sus palabras, lo que a veces hacía que tuviera que cortar la palabra para que acompañara el gesto; y hasta llegó a seguir hablando en señas, mientras murmuraba sonidos incoherentes.

       La señora Kikuchi habló con Mikiko, pidiéndole que las trajera a ambas chicas ese mismo día, la mayor no se negó, y les dijo que juntaran sus cosas inmediatamente que volvería a Tokio en cinco minutos.

       Suzuka y Moa obedecieron, con ayuda de Riho, guardaron todo a presión en sus valijas y lo llevaron hacia la camioneta de su mayor.

       Se despidieron de sus amigas, quienes dijeron que intentarían volver lo más pronto posible, y que se aburrirían sin ellas.



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