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Con su ropa presentable y cabello impecable, Yeji se dirigió al punto de reunión al cual Seonghwa le había indicado.

Tenía cierto presentimiento de que el mayor le preguntaría por el avance que había tenido con su sobrino e indudablemente eso le ponía la piel de punta.

No tenía sentimientos por el alfa futuro heredero ni tampoco había compartido con él más momentos que encuentros ocasionales en donde difícilmente solían dirigirse la palabra. Lejano a lo que de él le habían contado, el heredero no era precisamente el hombre que caería ante palabras o caras bonitas.

Park era un hombre que disfrutaba estar acompañado, sin embargo, entrar en su círculo era un evento especial y sin duda alguna de admirar dado que el hombre parecía gustar de tener todo en control. Y ese hecho hizo imposible que ella pudiese entrar en su vida en primer lugar.

No se debía ser tan inteligente como para notar que Seonghwa estaba detrás de cada uno de sus acercamientos. El que el hombre le haya presentado como una candidata para contraer matrimonio había activado todas las alertas en el heredero. No podía siquiera contar la cantidad de veces en donde el hombre le había dejado en claro que no la deseaba cerca de él. No obstante, poco podía escuchar sus palabras cuando Seonghwa la tenía con la espada entre la pared.

Su padre la había ofrecido al jefe de la mafia Park como pago que su drogadicto progenitor no pudo pagar. Desde ese momento nunca más volvió a ver a aquel desdichado hombre. Su madre había muerto hacia varios años al no poder tratar un cáncer maligno que crecía en ella y con la única persona con la que se comunicaba era su abuela. Desde aquel momento fue condenada a una vida desagradable, llena de humillaciones, poco más que un objeto para complacer a la mafia Park, a uno de los cabecillas descarriados: Park Seonghwa.

Sin voz ni voto y a pesar del mal trato por parte del alfa, la omega cobriza no pudo hacer nada más estúpido que desarrollar sentimientos por el mayor, sentimientos que nunca serán correspondidos pues ella era un simple objeto manipulable ante los ojos del rubio.

Ella suspiró ante la laguna mental y revisó su celular, caminando rumbo a la dirección que le había sido enviada esa mañana: el hotel Paradise, habitación 119.

Entró luciendo lo que solía pretender; una mujer fuerte y manipuladora. Todo mundo se le quedó viendo y ella tuvo que aparentar mantener todo bajo control cuando sentía que en cualquier momento saldría corriendo despavorida del lugar.

Se dirigió hacia el lobby y pidió acceso a la habitación antes mencionada, logrando obtenerla sin un mayor problema.

Revisó por última vez su celular, sonriendo ante la foto que había sido enviada por su abuela, quien era la encargada de cuidar a su pequeña hija de dos años Gaeun. Gaeun nació de uno de los varios encuentros que había tenido con Seonghwa, sin embargo, el alfa jamás se daría cuenta de su existencia ya que la obligaría a deshacerse de ella.

Sonrió con felicidad genuina al ver a su pequeña ayudando a su abuela a sembrar hortalizas, terminando con su nariz manchada de lodo. Contempló la imagen por unos segundos más y apagó el celular para esta vez entrar al lugar indicado.

La habitación era amplia y con tonos oscuros. Las cortinas estaban cerradas y la tenue luz de las lámparas esparcidas por el lugar alumbraba el sitio. Recorrió su mirada hasta dar con el cuerpo esbelto del mayor. Como toda una colegiala, su corazón comenzó a latir con fuerza al hacer contacto visual.

—Querida mía, es un gusto verte aquí, llevo todo el día esperándote.— comenzó a hablar con aquella voz del demonio; tan tranquila que era escalofriante.

—He venido en el tiempo establecido.— respondió con formalidad. Tembló levemente al sentir al alfa acercarse con aquella mirada de indiferencia. Nunca sabiendo que esperar de él.

STUCK [JAYWON/JAKEHOON] [OMEGAVERSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora