Sin fecha.
Sin hora.
Annie observó a su alrededor con tembloroso detenimiento.
El bosque estaba en completo silencio.
Su respiración agitada era apenas la única muestra de vida en su entorno. No había viento, no se escuchaba siquiera el chirriar de un grillo. Las nubes avanzaban con lentitud sobre las ramas desnudas de los árboles, y entre ellas se filtraba el resplandor de la luna, creando sombras irregulares sobre la nieve.
A pesar de la quietud, sabía que no estaba sola.
La cabeza le dolía muchísimo, cada pestañear desencadenaba una palpitación en sus sienes que le hacía apretar la mandíbula, lo que empeoraba su malestar físico. Un punto en específico, cerca de la nuca, era el factor de esa terrible sensación. Se llevó los dedos hacia el cuero cabelludo solo para descubrir que también estaba sangrando de ahí.
Al mismo tiempo, la calidez de la sangre escurriendo de su nariz hacia el abismo después de su barbilla era agobiante pues, de cuando en cuando, al respirar por la boca, palaleaba el metálico sabor, lo que le causaba náuseas.
Y miedo.
Realmente no sabía qué estaba sucediendo.
No recordaba cómo había llegado hasta ahí.
No entendía por qué estaba herida.
Sus últimos recuerdos nítidos la llevaban a su hogar. Estaba recostada en la comodidad de su cama, hablando con Cedric por teléfono, riéndose de banalidades, juzgando a otros, y conjurando respecto a la sentencia de Milton. Era de noche, llevaba su pijama afelpada puesta, acababa de bañarse y su cabello aún estaba húmedo mientras descansaba de un larga tarde entre las sábanas con Zack.
Entonces escuchó gritar a Jackie y, en seguida, algo de cristal rompiéndose contra el suelo.
Era todo.
De pronto estaba hecha un ovillo, escondida entre el grueso tronco de un árbol y las puntiagudas ramas de un arbusto que se negaba a dejarse arrancar las hojas por el invierno. Estaba sangrando. Llevaba puesta ropa de hombre con una loción que no conseguía reconocer por los nervios, sin embargo, sabía que conocía ese aroma, lo había olido cientos de ocasiones, pero... ¿dónde?, ¿con quién? Su vestuario estaba conformado por jeans holgados, una playera negra sin estampado y botas de caza negras.
Ni siquiera sabía de qué se estaba escondiendo... o de quién. Pero estaba completamente segura de que era una presa a merced de su cazador. Algo, un instinto, le decía que todas las advertencias de su hermana sobre cuidarse, sobre ser buena persona, de pronto estaban cobrando sentido.
No quería resignarse a la perdición tan pronto, aún conservaba una mínima esperanza de que todo eso se tratara de una mala broma, una jugarreta por parte de alguno de sus amigos, queriendo vengarse por un comentario burlón o una cara de disgusto. Sin embargo, el grito de Jackie aún resonaba en su cabeza, fue tan genuino que estaba convencida de que eso no podría ser parte de un espectáculo.
Se quedó muy quieta, tratando de escuchar alguna señal que le pudiera revelar una pista sobre lo que estaba sucediendo, aunque volvió a toparse con un silencio siniestro. No podía discernir si el temblor de su cuerpo se debía al frío que le calaba hasta los huesos, o por la insoportable idea de que, quizá, estaba a punto de vivir la peor experiencia durante sus años de existencia.
Escuchó un crujido a su izquierda y miró hacia aquella dirección.
No vio nada más que cientos de troncos desnudos que se semejaban a esqueletos retorcidos, burlándose de ella. Si el objetivo del responsable de tal fechoría era intimidarla, lo había conseguido, y lo suficiente como arrepentirse de cualquier travesura que Annie pudiese haberle hecho.
No quería hablar, no quería hacer las típicas y tontas preguntas al aire: ¿Hay alguien ahí?, ¿quién eres?, ¿qué quieres?
Se limitó a continuar observando a su alrededor.
No había nadie, no había nadie, no había nadie.
Escuchó otro ruido, esa vez a su derecha, y giró bruscamente tratando de encontrar el origen de dicho sonido, esperanzada a que se tratara de un conejo o un animal indefenso como ella.
Sin embargo, en esa ocasión, sus ojos se toparon con los de alguien conocido.
Annie Fields era considerada una chica dulce, pero de un carácter envidiable, puesto que no se dejaba intimidar por nadie. Ni siquiera ella misma recordaba cuándo fue la última vez que realmente experimentó una oleada de terror, hasta ese momento.
A pesar de que el rostro frente a ella le fuera muy familiar, por la expresión que denotaba, sabía que esa persona era la responsable de todo el escenario. Y, peor aún, estaba segura que no se trataba de un juego tonto, ya que, entre las manos de su depredador se encontraba un bastón de metal manchado con lo que parecía ser sangre seca.
—¿Por qué? —cuestionó la joven con apenas un hilo de voz.
No respondió.
—Perdón.
Fue lo único que Annie consiguió articular con sus congelados labios, antes de recibir un golpe en la cabeza que le hizo perder el conocimiento.
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Las diez razones por las cuales te asesiné
Mystery / ThrillerUn mensaje escrito en una de las habitaciones del Sanatorio Mental Kenneth perturbó a las enfermeras y a los internos, pues en él se plasmaron las diez razones por las cuales Annie Fields fue asesinada. La persona que ejecutó a la joven compartí...