Capítulo 29

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Al tratarse del juicio de un menor de edad, la audiencia se limitó al juez, el fiscal, un abogado defensor, un perito especialista en psiquiatría, el acusado, su padre, Elizabeth y los dos testigos: Cedric Baird y Annie Fields. 

Por profesión, cada parte de la triada sabía cuáles acciones realizar durante el juicio, sin embargo, el caso era bastante particular y ajeno a la cotidianidad de Extomburgo. Era la primera vez en décadas que se procedía contra un menor por tentativa de homicidio, por no decir que se trataba de la primera vez. El abogado defensor buscaba una modificación en la tipicidad del delito, buscando que se calificara únicamente como lesiones, puesto que Milton no buscaba asesinar a Elizabeth, lo que podría aminorar los cargos.

Para calificar la acción, se recurrió una investigación sobre antecedentes en la relación que existía entre el acusado y la víctima: ninguna directa. La chica era mejor amiga de su hermano, nada más. No compartían vínculo cercano, no eran amigos ni compañeros, eliminando de tal manera los elementos agravantes de la situación.

La versión oficial de Elizabeth y Annie no distaba por mucho, ya que ninguna decidió entrar en detalles. El chico se volvió loco cuando encontraron una caja repleta de pertenencias de la mayor de las hermanas Fields, con lo que se confirmaba un acoso de varios meses y un posible allanamiento de morada y robo. Cuando Milton descubrió al trío de jóvenes en su habitación, enfureció y sacó un arma, apuntándoles con amenazas de acabar con la vida de todos. De ahí en más, lo único que recordaban era el estruendo del disparo y los gritos de la muchacha herida. Ambas omitieron la parte donde Elizabeth se alió con él para intentar destruir a Annie.

Entonces fue el turno de testificar de Cedric, quien había estado muy distraído durante toda la audiencia, ensimismado en sus pensamientos. Su mente aún estaba sometida a un torbellino que no le dejaba pensar con claridad, preso de la culpa que cargaba en sus hombros por haber sido un hermano tan mediocre por tantos años. Ver a Milton sentado en una tribuna, perdido en su imaginación, le causaba náuseas. Cuando el juez lo llamó al estrado, el joven sintió que se iba a desmayar.

El fiscal Donovan se plantó frente a Cedric e hizo preguntas triviales, propias de un interrogatorio, haciendo referencia a su nombre, edad, ocupación y parentesco con el acusado, todo rutinario.

—Joven Baird, ¿podría relatarnos su versión de los hechos?

Dirigió su mirada hacia Milton, quien parecía ni siquiera estar prestando atención a lo que sucedía a su alrededor. Lo veía tan extraño, aún sin maquillaje y con prendas de colores claros, vestido de pantalón y camisa formal.

—Mi hermano le disparó a Elizabeth.

—¿Y tiene alguna idea de por qué lo hizo?

Negó. —Ellos ni siquiera se hablan.

—Entonces, ¿cree que el disparo era dirigido hacia usted?, ¿hacia la señorita Fields?, ¿o el joven Milton le dispararía a todos?

—Realmente no lo sé...

Aquella noche, cuando estaba decidido a arrojarse a los automóviles para terminar con su vacía existencia, comenzó a divagar en el pasado de su familia feliz. Sus recuerdos ni siquiera le permitieron dormir, cada sensación de antaño parecía estar floreciendo de nuevo. Unió tantas circunstancias en su mente, que algunos hechos tomaron sentido después de años. Era cierto, Milton se quebró desde la muerte de su madre, pero su salud mental fue en caída, a pesar de estar llevando un tratamiento psiquiátrico que lo ayudaba con sus episodios de depresión y distintos trastornos. Su hermano no estaba bien, y creyó, horrorizado, saber cuáles eran sus verdaderas intenciones.

Las diez razones por las cuales te asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora