Capítulo 6

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Andrew caminaba con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta. Era temprano, aún tenía tiempo de sobra para llegar por Jackie e ir juntos a la escuela. Estaba preocupado por el bienestar de ella, los últimos días su comportamiento había distado de lo habitual a causa de su hermana mayor. Era de extrañarse que Jackie se enfadara y perdiera la compostura, una señal para alarmarse, aunque de cierta manera le tranquilizaba que Annie fuera la causante de aquello, porque si se tratase de alguien más tendría que tomar medidas severas para apaciguar la situación.  

Aunque Andrew era bien conocido por su pasividad, tenía manchones en su historial de buena conducta: Sufrió dos ataques de ira y ansiedad, los cuales culminaron con su puño en el rostro de un compañero diferente en cada ocasión. Debido al déficit en el sistema escolar del colegio, las situaciones no procedieron más allá de cinco días de suspensión y dos castigos inútiles por parte de sus padres. Sin embargo, esas rasgaduras en su imagen no fueron suficientes para alejar a Jackie de él, por lo cual se sentía agradecido. 

Se detuvo cuando el leve murmuro de una presencia lo devolvió al mundo real, fue entonces que se percató de que avanzó más de la mitad del trayecto en apenas unos batir de pestañas. El sonido provenía cerca de un arbusto al otro lado de la calle, se asemejaba a un doloroso llanto. Estaba demasiado oscuro para identificar lo que ahí se ocultaba, dudó varios segundos antes de decidirse a ir. Los primeros pasos los avanzó con lentitud, midiendo sus movimientos en caso de que fuese una emboscada. A menos de dos metros de distancia reconoció una cabeza despeinada, y conforme acortó la última brecha de separación se percató de que esa cabellera le pertenecía a su cuñada. La primera impresión lo dejó confundido: Annie estaba hecha un ovillo contra la jardinera de una casa, con las rodillas contra su pecho y el rostro semioculto entre sus piernas. Se veía como una niña pequeña, desprotegida y asustada. Una imagen de la cual no muchos eran privilegiados de ver. 

—Eh... ¿Annie? 

La muchacha levantó la cabeza y lo miró con agradecido horror. Preocupada por su apariencia, llevó su brazo hacia el rostro y lo frotó tres veces con la manga para limpiar el rastro que el maquillaje dejó en sus mejillas. 

—Andrew, ¿qué haces aquí? —Se incorporó con la ayuda del borde de la jardinera. Sus piernas temblaban, pero se esforzó por mantener una postura rígida—. ¿No deberías ir camino a la escuela? 

 —Eso mismo iba a preguntarte. —Enarcó una ceja y esperó una respuesta, pero notó que Annie no sería la primera en hablar—. Voy por Jackie, no quiero que vaya sola al colegio. —Otro momento de silencio en el que ella no parecía estar dispuesta a continuar con la conversación—. ¿Y tú?, ¿me dirás que hacías ahí tirada llorando?

Suspiró, intentando recobrar su actitud petulante, pero su voz tembló y la hizo sentir inferior de nuevo. —No estaba llorando.        

—No creo que sea el mejor momento para hacerte la tonta —comentó con cierto recelo. 

Su sonrisa se desvaneció junto con cualquier ápice de confianza. Una de las debilidades de Annie era que las personas no se sintieran intimidadas por ella. El rompimiento con Eliott no sólo le enseñó que el amor no es tan dulce y hermoso como lo tintan en las historias. No. El sufrimiento se extendió hasta rozar límites malévolos para una chica de su edad. Aprendió a jugar con las emociones de los demás, no un estricto sentido romántico, sino que perfeccionó el arte de la manipulación. Conocía el poder de las palabras, cómo elogiar o destruir con ellas, así como la facilidad con la que una tierna sonrisa conseguía ablandar a la persona más dura. Los demás conocían la faceta que ella quería que conocieran; era cruel con quienes lo merecían, y un amigable ángel con los que era conveniente. Annie no le llamaba hipocresía, simplemente era meticulosa con sus elecciones sociales. 

Las diez razones por las cuales te asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora