Capítulo 31

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—¿Acaso estás loca? —Alena gritaba, enfurecida, mientras caminaba de un lado a otro de la sala, sin atreverse a mirar a la mayor de sus hijas—. Ese enfermo casi mata a Elizabeth, ¿y vas a visitarlo al Sanatorio?, ¿en qué demonios estabas pensando? ¡Y ahora mírate! 

—¿En qué estabas pensando, Annie? —Alek trataba de mantener la compostura, pero estaba igual de furioso que su esposa.

—Perdón. —Annie lloriqueaba, era la primera vez en muchos años que sus padres la regañaban de tal manera.

Generalmente, sus progenitores eran muy permisivos, le tenían la confianza suficiente a sus dos hijas para tomar sus propias decisiones, aunque limitaban más a Jackie por ser menor. Sin embargo, aquella tarde estaban desatando la furia que no habían sido capaces de demostrar con la mayor de sus hijas en, quizás, un lustro. Annie siempre se mostró como una chica inteligente y prudente, pero en esa ocasión había traspasado los límites de la irresponsabilidad.

—¡¿Tú crees que un perdón basta?! —Blom levantó los brazos en un exagerado ademán—. Has estado involucrada en dos situaciones de muerte en cuestión de un mes, ¿con quién demonios has estado saliendo?

—Mamá, no...

—¡Solo mírate Annie! —Se giró hacia ella y señaló la boca de su hija con el dedo índice—. ¡Te partieron el labio por estar en ese lugar de locos!, ¿qué estabas haciendo ahí?, ¿por qué estabas con Milton Baird?

—Y con Eliott. —Puntualizó el señor Fields.

—Yo... solo... —Más lágrimas corrieron por sus mejillas—, no lo sé...

—No lo sabes, no lo sabes. —Alena exhaló con fiereza—. ¡Pudieron matarte Annie!

Después de la muerte del señor Shepard en el Sanatorio, Eliott fue detenido y enviado a las instalaciones del Centro de Reinserción Social de Extomburgo con cargos por lesiones contra una menor de edad, permanecía en custodia mientras los padres de Annie decidían si proceder con la denuncia para el inicio de un juicio con sentencia privativa de la libertad, o dejar todo en mediación y limitarse a una orden de restricción en contra del muchacho. Estaban indecisos por temor a que hubiera antecedentes para Annie como víctima, y que aquello pudiera perjudicar su ingreso a la universidad.

—Responde: ¿qué demonios estabas haciendo ahí?

—Milton era mi amigo, no entiendo qué fue lo que sucedió cuando le disparó a Elizabeth, y quería preguntarle. —Mintió, a medias.

—Ah, y supongo que ese es motivo suficiente para meterte a la boca del lobo...

—Mamá...

—¿Qué vamos a hacer contigo? —Se frotó el rostro con ambas manos y miró a su esposo—. Le vamos a quitar el teléfono celular, y no habrá más salidas. Pasaré por ti a la hora de la salida y te llevaré personalmente a tus actividades extraescolares.

—¿Qué? —Se irguió en el sofá, intercalando la mirada entre sus padres—. Pero ¿qué hay de mis amigos?, ¿y Nico? ¿No podré verlo por las tardes?

—No —respondieron al unísono.

—¡No pueden hacerme esto! —Se levantó de su asiento, denotando repentina molestia. 

—Oh, disculpa, habíamos olvidado que la que manda en esta casa eres tú. —La señora Fields se cruzó de brazos—. Está decidido: estás castigada.

—Papá... —Buscó socorro en su progenitor, sin embargo, el hombre esquivó su mirada, permaneciendo en silencio—. Son mis últimos meses antes de irme a la universidad, necesito salir con mis amigos.

Las diez razones por las cuales te asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora