Capítulo 17

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Las lágrimas de Jackie caían con dolor sobre sus rodillas mientras intentaba controlar el sonido de su llanto. Estaba sola en su habitación, repitiéndose que todo estaría bien aunque no tuviera algo certero para aferrarse a esa idea. Necesitaba calmarse, controlar los temblores de su cuerpo y respirar con profundidad. Sentía el cuerpo pesado, tanto que se le dificultaba moverse, como si éste fuese el de un extraño reacio a obedecerle. 

El pecho le dolía con cada palpitar de su quebrantado corazón. Las imágenes del rostro amoratado de Andrew se le clavaban como filosas dagas en cada centímetro de la piel. Luego de la paliza que el joven le dio a Zack en la cafetería de la escuela, dos integrantes del equipo de fútbol lo llevaron a las canchas, donde dejaron caer toda su furia a golpes, dejándolo con la nariz fracturada, varios hematomas, heridas que tardarían en cicatrizar y un golpe en la cabeza que lo dejó casi moribundo. Por fortuna, una estudiante de primer semestre lo encontró, guiada por los quejidos que provenían detrás de una banca de cemento que cubría su cuerpo, volviéndolo invisible para aquellos que caminaban despistados. 

Jackie intentó visitarlo en el hospital después de que una ambulancia se lo llevara de la escuela, pero Sophie, la madre de Andrew, le dejó en claro que no quería que volviera a acercarse a su familia, pues todo había sido su culpa, y por ella la vida de su hijo estaba en peligro.

Desde el principio supe que tú serías la perdición de mi hijo.  

Las palabras de la mujer resonaban en su cabeza como martillazos, generándole una presión sobre el cráneo que era insoportable. Pero sabía que eran ciertas, que todo fue ocasionado por su actitud prepotente ante alguien como Zack, quien tenía una reputación de bravucón que siempre se salía con las suyas, y al parecer aquella no fue la excepción. Si tan sólo hubiese sido más inteligente con sus palabras quizá Andrew estaría bien.  

Sostuvo entre sus manos el brazalete que le regaló su pareja, como si con ello pudiera estar más cerca de él o hacerle sentir su presencia en el hospital, para así recodarle que no lo dejaría solo sin importar lo que sucediera. La desesperación amenazaba con consumirla, y lo único que deseaba en ese momento era estar a un lado de Andrew, apoyándolo, dándole todo su amor cuando más lo necesitaba, pero no podía. Estaba encadenada por la impotencia, por la prohibición de Sophie sobre acercarse de nuevo. Quizá podría debatir contra toda la lógica, arriesgarse e ignorar a la mujer, pero no quería empeorar la situación, por ello decidió quedarse en casa a desahogarse en silencio.    

Un llamado a la puerta de su habitación la obligó a morderse el labio para intentar en vano controlar el temblor de éstos. No quería hablar con nadie, sólo fingir que no estaba ahí, pero los otros tres integrantes de su familia sabían que había llegado a casa una hora atrás. No respondió, se mantuvo en silencio para intentar que la persona al otro lado de la puerta desistiera de sus pretensiones, sin embargo, se maldijo cuando la perilla giró y se abrió una rendija lo suficientemente amplia para que la cabeza de Annie se asomara. 

 —Toc, toc, ¿puedo pasar? 

—¿Qué quieres? —preguntó con voz temblorosa, hipando por el llanto.

Annie entró a la recámara a pesar de que no obtuvo una respuesta positiva a su pregunta, y cerró la puerta detrás de sí con cuidado para no emitir un sonido que le revelara a sus padres que había conseguido entrar a la habitación de su hermana menor.

 —Quiero saber cómo estás. —Caminó hacia Jackie y se sentó junto a ella en la orilla de la cama.  

—¿Tú cómo crees? —dijo bruscamente—. Casi matan a Andrew por mi culpa.

—Hey, nada de esto fue tu culpa. —Intentó sostener la mano de Jackie entre las suyas, pero esquivó aquél gesto apartando la mano. Experimentó un desagradable cosquilleo en el estómago, pero no se inmutó en el exterior—. Nadie lo obligó a comportarse de esa manera. 

Las diez razones por las cuales te asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora