Capítulo 7

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Recorrió el contorno de sus clavículas con la punta de los dedos sin percatarse de que lo estaba haciendo. Sus pensamientos iban más allá de la realidad en la que se encontraba, sumergida en una imagen de su pasado. Aquél trágico día en el que confesó su amor por el chico que después le rompería el corazón. Aún podía sentir la calidez de esas manos sobre su espalda y el roce que sus labios dejaron tras el último e inesperado beso. 

El reflejo frente a ella se tornó borroso, oculto detrás de las lágrimas traicioneras que salieron a relucir como pequeños diamantes. No se molestó en limpiar el rastro que éstas dejaban sobre sus mejillas. No le importaba. 

Acarició su piel bajando por el centro del pecho, hasta terminar su trayecto sobre el vientre. Instintivamente se cubrió el rostro con ambas manos y exhaló con fiereza, frustrada. Se sentía sucia, a pesar de que acababa de tomar un baño frío. Era como si el contacto con Eliott le hubiese dejado una mancha imborrable, una clase de marca que la convertía en su propiedad, una cabecilla más de su ganado. Y eso le molestaba en demasía; saber que alguien podía ejercer cierto tipo de control sobre ella y sus sentimientos, ¡era inaceptable! 

Sin embargo, ese cuchillo era sólo uno de la decena que sentía enterrada en la espalda. Si algo había reflexionado respecto a las palabras de su hermana era que se estaba haciendo de muchos enemigos, situación que no le quitaba el sueño. Por el contrario: pasó la noche entera analizando cómo podría utilizar aquél sentimiento de odio en su favor, revertir el blanco de tiro de las puñaladas, usar el juicio nublado por la ira de las personas. Annie era una titiritera, experta en mover los hilos que controlaban a las personas. 

Envolvió su cuerpo en una toalla y se dirigió a la habitación de su hermana. Pequeñas gotas de agua caían sobre el suelo de madera, dejando una estela transparente detrás de los pasos de la muchacha. Sus movimientos eran silenciosos y agraciados como los de una bailarina. Sabía que a Jackie le gustaba la privacidad, y que su puerta estaría cerrada con llave desde dentro, por ello no se molestó en intentar abrirla. Tocó amablemente con los nudillos y aguardó a que la cabeza de su hermana se asomara por la pequeña rendija que se dibujó. 

 —Hola. —Saludó, fascinada por la expresión de sorpresa de la menor. 

—¿Qué sucede?

—Necesito hablar contigo. 

Jackie abandonó su refugio, revelando que entre las manos sujetaba su teléfono celular y cubría el auricular. Parecía nerviosa, casi ansiosa. 

—¿No puede ser en otro momento? Estoy hablando con Andrew —dijo como si le avergonzara que su hermana mayor supiera acerca de su relación amorosa. 

Annie apretó los labios ante la mención de aquél nombre. El incidente de la mañana aún era vívido, demasiado para su agrado; especialmente la parte en que prácticamente se declararon una especie de guerra que quizá jamás terminaría. Sin embargo, se obligó a mantener la compostura y aparentar que ningún sentimiento de rabia la invadía. No era momento de revelar sus verdaderas intenciones.  

—Es urgente. Sólo nos tomará un par de minutos, lo prometo.

Tras un suspiro, Jackie se llevó el teléfono a la oreja y dijo: —Amor, ¿podemos hablar más tarde? Hay algo urgente de lo que debo conversar con mi hermana. —Escuchó el brusco cambio de tonalidad en la voz de su novio y lo anotó mentalmente para conversar de ello después. Se despidió con frases cortas, incómoda ante la mirada de Annie, y colgó—. Bien, dime qué es tan importante. 

—No quiero que mamá escuche, ¿podemos entrar? 

A sabiendas de que ella accedería, Annie no esperó una autorización y empujó la puerta. Entró sin permiso, apresurada para interpretar un verdadero papel de urgencia. Se sentó en el borde de la cama, despreocupada por las manchas de agua que comenzaban a formarse debajo de ella. Esperó pacientemente a que su hermana borrara su expresión de fastidio y se acercara. Jackie permaneció de pie, dejando una brecha considerable entre sus cuerpos, muy a su estilo defensivo cuando no estaba cómoda. 

Las diez razones por las cuales te asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora