Capítulo 16

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Andressa se sentía nerviosa, un tercio de las miradas en la escuela estaban sobre ella y el resto en sus acompañantes. Por fin había pasado de ser un ratón de biblioteca a formar parte del grupo élite de la preparatoria. Algunos chicos le sonreían, y las féminas la observaban con celo. Era como estar dentro de uno de sus sueños, pero no podía creer que fuese realidad, que Annie Fields estuviese caminando a la par como una aliada.

Había sido elegida entre cientos de candidatas, aunque ella destacó en algo, no estaba segura en qué, pero esa cualidad la llevó a estar en ese lugar y obtener el reconocimiento que siempre mereció. Tal vez tenía buenas amistades, las cuales le apreciaban por su gentil personalidad, pero nada de eso llenaba el vacío que sentía por las noches en la soledad de su habitación.

El único inconveniente que encontraba de esa situación era que su físico estaba eclipsado por el de sus dos nuevas amigas. Ella no era competencia para los grandes pechos de Rebeca ni para la perfección de Annie. Todos sabían que Fields dominaba en el recinto, su voz era ley y sus deseos debían ser cumplidos.

La admiraba, muchísimo, desde que la conoció en un congreso impartido por William Hawk, el catedrático más guapo del colegio. Anhelaba algún día alcanzar ese estatus, ser una chica popular, deseada por muchos y envidiada por sus inferiores. Estaba feliz porque por fin su añoranza secreta comenzaba a materializarse.

Se soltó el cabello para no desentonar, pero sus rulos traviesos estaban esponjados y no la favorecían en lo absoluto. Aun así se mantuvo firme, caminando con la cabeza en alto, orgullosa de su posición.

Entregaba los botones de la campaña de Annie a aquellos que creía merecedores de usarlos, a pesar de que su jefa le ordenó que le diera uno a cada estudiante aunque intentaran oponerse a recibirlo. Era tan divertido, caminar por los pasillos de la escuela como la representante y portadora de voz de la abeja reina. El entusiasmo la desbordaba.

Cedric, el mayor de los hermanos Baird, caminaba detrás de ellas, distraído por una desconocida razón. Él siempre le había parecido atractivo, inalcanzable, pero no renunciaba a la posibilidad de que la notara y se fijara en su belleza oculta detrás de los feos anteojos y de los aparatos bucales en sus dientes. Eso le ayudaría a adoptar una mejor imagen ante los demás.

Sin embargo, su verdadero amor, aquella persona que le robaba los suspiros, era Nicholas Valdier. El único dueño de su corazón, por quien daría lo que fuese con tal de sujetar su mano por un día entero y probar esos labios que la enloquecían. Quedó flechada de él después de ver la final de baloncesto el primer año de preparatoria, cuando el joven aún estaba soltero y disponible para un romance.

Lastimosamente Annie consiguió enamorarlo con su infinita cantidad de cualidades antes de que pudiese fijarse en ella, pues estaba convencida de que estaban hechos el uno para el otro. Era evidente, pues Nicholas buscaba a alguien sencilla, de buenos sentimientos y que lo apoyara de forma incondicional, un listado que podía cumplir con facilidad. Sin embargo, Annie también cumplía con aquellas expectativas. Diferenciadas por el físico, su amiga era terriblemente hermosa, a pesar de que su belleza no fuera extravagante. En cambio, ella tenía diminutos pechos con los que se atormentaba todas las mañanas al mirarse al espejo, sus dientes eran grandes y estaban tapiados con frenillos, su piel no estaba ni cerca de ser suave o tersa, sino lo contrario. En ese sentido todo jugaba en su contra. Ella misma se describía como una chica fea

El cuarteto se detuvo al entrar en la cafetería, donde las miradas volvieron a recaer sobre ellos. Sus acompañantes parecían acostumbrados a la atención, pero Andressa no podía controlar a su desbocado corazón. Era como estar bajo los reflectores de un escenario, una sensación a la que podría acostumbrarse con rapidez. 

Las diez razones por las cuales te asesinéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora