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LUCAS

Nada estaba bien, literalmente; Ellie me odiaba, escuché a sus padre hablando sobre mi comportamiento y no lograba completar las planillas con lo necesario para la escuela, ya que no lograba concentrarme por más de cinco minutos. Nadie sabía lo que me sucedía, me sentía perdido, solo y vacío; mi familia ya no existía (aunque, siendo sincero, jamás hubo una), Marcus no era mi enfermero ya que tuvo que trasladarse a otro hospital y lo único por lo que continuaba vivo, era para demostrarle a mi padre que por más que quiera, no lograría eliminarme de su vida, o repercutir en la mía.

Ellie tenía motivos para estar enojada, yo no le contaba nada de lo que estaba sucediendo, no quería preocuparla ni que me encerraran de nuevo. Tarde o temprano se daría cuenta de la situación, de mis mentiras, de mis escapes y excusas, ella se daría cuenta de todo eso; es tan complicado de explicar qué estaba pasando, que debería comenzar por el inicio del hospital de día.

Todo fue increíble las primeras semanas, me encantaba estar con Ellie y al mismo tiempo poder ser libre, pero había una pieza que faltaba; no crean que una vez que sales de ahí, tu vida se arregla por completo, continúas, caes y sigues; pero claro, mi caso fue caer.

¿Los estudios de rehabilitación?, eran lo de menos, aquí lo que importaba era la vista de los médicos, los manipulas, finges una sonrisa, cumples tus horas y sigues adelante; mi psicólogo si notó lo que me sucedía, pero le dije que mejoraría si él prometía no decir nada, y así lo hizo, cumplió su parte, pero yo no lo hice.

Este monstruo llamado "bulimia" se estaba adueñando de mí lentamente, se apoderó de mi rutina; en secreto lograba vomitar luego de la cena, dejaba porciones sin que nadie se de cuenta, y cuando me daban galletas, las guardaba en mi bolsillo para luego tirarlas. ¿Olor a vómito?, era mío, jamás existió ese tal "basurero" el cual inventé, al parecer generé un recuerdo falso en Ellie.

Lo sé, parezco el malo de la historia, pero este no soy yo, se podría decir hasta que es mi trastorno el que se comunica con ustedes; no quiero ser esta versión de mi mismo, no se dan una idea de lo que es que la persona que te ve como soporte sienta que ya no la amas o la necesitas, y lo cierto, es que necesito a Ellie más que nunca.

Lo mismo de siempre, había finalizado el horario del hospital de día, y teníamos que esperar con Ellie a que su padre nos buscara, el cual parecía un poco harto de que su hija siempre quiera quedarse hasta que mi horario termine; mientras estábamos en el auto, yo me sumergí en mis pensamientos.

—¿Cómo se sienten? —preguntó el padre de El.

—Bien, pero pregúntale a Lucas, quizás a ti si te responde.

—Estoy bien señor, y no sé por qué su hija dice eso.

—¿Será porque no me hablas normal hace más de una semana y media? —dijo elevando el tono de voz.

—Perdón por querer tener secretos Ellie.

—Tenlos, de una forma u otra no me dejarías ayudarte

—¿Eres mi psicólogo acaso?

—No, soy tu novia, y creo que con eso es suficiente para que me preocupe por ti. 

—Creí que esto sería una linda experiencia —dije murmurando.

El padre de Ellie la frenó para calmar las aguas, pero ella dijo de todo con una mirada. Bajamos del auto y ella no volvió a dirigirse a mí hasta que fuimos a acostarnos; esta vez, la hora de vomitar tendría que ser cambiada a la madrugada.

—¿Qué hice mal, Lucas? —salió de la cama de al lado.

—Nada, Bella, tú no eres el problema.

—Y luego de esa frase, el chico rompe con la protagonista.

—No esta vez —reí.

—Quiero que confíes en mí, solo eso; perdón por lo de hoy.

—No pasa nada, me deprime lo de mis padres, nada más.

—Ahora tienes una nueva familia que de verdad te ama; no tiene nada que ver, lo sé, pero... ¿puedo dormir contigo?

Dudé unos minutos, mi plan de la madrugada quedaría arruinado, pero sabía como manejarlo.

—¡Sí!, ven.

Ellie se durmió y yo me mantuve despierto hasta las cuatro de la mañana, era hora.

Me levanté, agarré un osito de peluche y lo puse en posición, de forma que quede abrazando a Ellie; hice pasos silenciosos y llegué hasta el baño. Fingí que iba a hacer mis necesidades tirando un vaso de agua en el inodoro, para fingir orina; cuando terminé, me arrodillé sin hacer ningún ruido, me generé arcadas y vomité, sí, allí me encontraba, cayendo de nuevo en lo que sería un secreto que le ocultaría a todos, y una decepción para mi mismo.

Entre balanzas y cintas métricas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora