Lo que dijo Lucy, fue totalmente ofensivo, y a la vez, emocionante.
—¿Acaso bajaste de peso? ¡Te ves mucho mejor ahora!
Literalmente dar una respuesta a eso fue más complicado que la pregunta de mamá sobre la leche, no por el hecho de la pregunta sino más bien por la continuación de "¡Te ves mucho mejor ahora!"; ¿acaso me quiso decir que no me veía bien antes?.
Le respondí, un tanto nerviosa y moviendo mucho los dedos (algo que hago cuando miento, pero Lucy jamás lo había visto).
—¡Si! he bajado de peso haciendo ejercicio y comiendo sano.
—¡Genial!
Le hice una media sonrisa ya que por dentro verdaderamente me había molestado su comentario sobre que me veía mejor, porque sabía que venía con doble sentido; y aunque no parezca, también me puso un poco mal decirle que comía sano, cuando en realidad últimamente no ingería ni un bocado de absolutamente ningún alimento.
Es raro ver cómo el ambiente también afecta y rompe, pero te acostumbras y aprendes a vivir con eso, y yo de verdad desearía haberme hecho caso cuando el comentario me molestó.
Pero también me pregunté, ¿cómo no iba a creer que estaba haciendo las cosas bien, si todo el mundo alababa mi comportamiento?
Entramos al salón de clase, teníamos matemática, lo más aburrido del mundo; además la profesora me tenía bastante odio, entendible siendo sincera, mis notas eran desastrosas, era difícil que me quiera teniendo ese tipo de calificaciones. Lucy en cambio, obviamente era la favorita, ya que le iba excelente en la materia (y también es mi profesora particular gratis a pedido de mi mamá).
Salimos de clase y mi mejor amiga dijo que tenía que ir a buscar unos libros para un proyecto de historia a la biblioteca, le dije que vaya que después la alcanzaba, que tenía que ir a mi casillero para guardar unos apuntes.
Esa necesidad de alejar a todos, de hacer que nadie se preocupe por mí, de no levantar sospechas, y guau, verdaderamente lo estaba haciendo bien.
La culpa era ese dolor en el pecho que se generaba por haber cometido algo malo, y odiaba llevarlo conmigo 24/7, pero, ¿qué más da cuando el resultado era un calmante a ese dolor?
Mentiras, balanzas, cintas métricas, mamá pidiendo que me hable.
Hablar; una maldita y jodida mierda. Cada vez que lo intento, un nudo de palabras se hace en mi garganta y no puedo expulsarlo.
Hablar sería en vano, sin embargo, ya que probablemente la única solución que recibiría, sería un "Tan solo come un poco más".
Y prefiero mil veces guardarme las palabras y vomitar mis inseguridades.
MADRE DE ELLIE
—Estoy preocupada por ella, ¿sabes? —informé a mi esposo por el teléfono.
—Tranquila, no debe ser nada, seguro alguna comida le cayó mal. Mantenme al tanto, y si es necesario, pide un turno con un nutricionista.
—Está bien, te amo; cuídate —me despedí.
—Te amo.
Mi cabeza no daba más, ¿qué le sucedía a mi hija? Se la veía más irritada, sus estudios habían bajado un poco, pero ella no dejaba de ser impecables; no se sentía la misma Elisa.
No había casi nada fuera de lo común, ¿o yo intentaba convencerme de aquello?; es difícil no despertar un mecanismo de defensa frente a algo que no puedes controlar, porque sabes que si va más allá de ti, entonces tendrás que dejar que te afecte, y no en viceversa.
Subí a su cuarto, tal vez debía revisar para buscar una respuesta. Toqué la manija circular de la puerta y cerré los ojos; no podía invadir así la privacidad de mi hija.
Mas, ¿qué tal si debía salvarla de algo?; no teníamos comunicación alguna sobre estos temas que afectan en la adolescencia.
Estaba entre la espada y la pared; pero elegí perder la confianza de mi hija, antes que a ella misma.
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Entre balanzas y cintas métricas ©
Genç KurguComentarios, amor propio, estereotipos y aceptación social, pero... ¿Te dejarías hasta el hueso para encajar en alguna de las últimas dos categorías?, Ellie no sabía que iba a quedar atrapada entre balanzas y cintas métricas, hasta que entró al "jue...