| DIECIOCHO |

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—¿Gustaría un poco de limonada? —Se seca el sudor de la frente con el dorso de la mano, asiente tomando un vaso y bebe del líquido frío que le ofrezco.

—Gracias. —Asiento y me doy la vuelta contoneando las caderas y caminando hacia la cocina nuevamente, miro sobre mi hombro para comprobar que el jardinero me está mirando el culo mientras camino.

Regresa a su trabajo y deja la bandeja con el vaso en la mesa, gracias a Dios no hay nadie en casa.

Regreso al jardín con una copa de limonada para mí, me acuesto en la tumbona a tomar el sol mientras veo como el jardinero poda los arbustos. Está únicamente con un jeans y el abdomen al descubierto, tan trabajado que no me importaría lamer y morder cada cuadro que se le marca. Se me hace agua la boca al imaginar cómo sería pasar la lengua por la V que se le marca en las caderas.

Está cubierto con una leve capa de sudor que me hace excitar. Tengo que apretar los muslos para aliviar el dolor entre medio de mis piernas. El jardinero gira a verme y me sonríe, le devuelvo la sonrisa y sigo observando la forma en cómo los músculos se le tensan al cortar cada rama del arbusto.

Me siento mal de estar viviendo está situación, muchas veces en el matrimonio hay momentos malos que te enfrascan en una rutina que no hace más que dañar y aburrir, esas situaciones te llevan a probar y desear cosas nuevas.

Por lo que es importante no caer en ellas.

Me quito el vestido y quedo en un pequeño traje de baño. Siento la mirada del jardinero en mí, pero lo ignoro y camino hacia la piscina.

Me tiro al agua helada tratando de calmar el calor que emana mi cuerpo, que no es precisamente por el sol. Nado hasta la otra orilla y al salir noto como el hombre está de pie frente a mí, brindándome una vista increíble desde la posición en la que estoy.

En el pantalón se le marca la enorme erección que amenaza con explotarle la pretina.

—Señora Ackerman, necesito más limonada, por favor. —Asiento saliendo de la piscina y escurriendo mi cabello. El hombre no disimula la manera con la que sus ojos me comen el cuerpo y la falta de prudencia solo me pone más caliente.

Camino de regreso a la cocina dejando mis huellas mojadas en el piso. Entramos, pero antes de llegar un agarre en mi cuello me hace girar y los labios del jardinero se estampan en los míos.

Su lengua invade mi boca la cual la recibe con todo gusto, su mano libre me toma de la cintura y me presionaba contra él. Su erección se clava en mi abdomen bajo, poniéndome a jadear de repente. Me lleva a ciegas hasta la mesa del comedor donde me alza para plantar el culo sobre ella, me abre las piernas para ponerse entre ellas y sus besos delinean mi mandíbula y descienden a mi cuello.

—Señora Ackerman, es usted deliciosa. —Lame la piel y deja leves marcas, el coño me palpita rogando por atención. —¿Su esposo vendrá pronto?

—No.

Sigue su recorrido hasta mis pechos los cuales libera de la parte superior del bikini, los admira por un rato y se inclina para lamer el pezón de una teta para luego lamer el de la otra.

—Qué bueno, quiero probar cada centímetro de usted. —Se mete una teta a la boca mientras masajea la otra. La acción me hace arquear la espalda y me roba uno que otro gemido.

Su mano libre se adentra en la parte inferior de mi bikini, alcanzando mi clítoris el cual frota con delicadeza. Joder, estoy tan mojada que se le empapan los dedos al instante.

Los saco y los mira por un momento antes de llevarlos hacia mis pezones los cuales acaricia, untándolos de mis fluidos para luego volver a lamerlos. Tan obsceno que me hace mojar y gemir del placer. Destroza la parte inferior del bikini y tira los restos de tela al piso, me acuesta sobre la mesa abierta de piernas hacia él.

Una vida a tu lado || +18 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora