| DIEZ |

12.8K 557 167
                                    

Es temporada de vacaciones y no hay mejor lugar para pasarlas que la casa de campo del tío Kenny. Queda a una horas de la ciudad y a Connor le emociona la idea de pasar unas semanas allí, entre pollos, cabras, vacas y otros animales que Kenny mantenía.

Levi conduce mientras yo canto canciones infantiles -cómo la vaca lola- con Connor desde hace una hora. Mi pobre esposo quizá ya ha desarrollado una enfermedad auditiva, pero no se queja en los absoluto por ello.

Su mano derecha sostiene la mía sobre mi muslo mientras que la izquierda descansa en el volante para mantener el auto derecho en la carretera. ¿Hay algo más sexy que ver a un hombre conducir con una mano? Bueno, ya ni sé si generalizar la palabra hombre y sustituirla por el nombre de mi marido, porque es al único a quien veo sexy haciendo eso.

—Mami tengo hambre...—Connor se frota la panza cuando giro a verlo.

—¿Qué quieres? Tenemos sándwich, galletas, fruta, semillas...

—Galletas, por favor.

Le tiendo las galletas que la abuela Kuchel había horneado para él ayer por la noche y empieza a comerlas en silencio. Connor últimamente come mucho y durante el viaje es el único que se ha acabado la mayoría de municiones que he empacado.

Agarra su Tablet y empieza a ver vídeos sobre personas abriendo huevos sorpresa. Nunca entenderé a los niños de ahora. Me quedo un rato mirando y analizando el parecido que tiene con su papá.

Mientras más buscaba algún tipo de parecido conmigo, le encontraba más parecido con su papá. Es que literalmente es una copia de él y para darle el toque final, me gustaba que tuviese el mismo corte que su padre, por lo que yo también contribuía a que fuesen idénticos.

—¿Sabes en qué se parece a ti? —me pregunta Levi cómo si leyera mis pensamientos y lo miro atentamente—. En qué siempre quiere estar comiendo.

Pongo los ojos en blanco y me recompongo en el asiento para continuar viendo el camino. Nueve meses con él adentro de mi vientre para que saliera igual que el padre... Me siento como un horno cocinando pan para otra persona.

Levi conduce media hora más antes de hacer una parada en una gasolinera. Salgo del auto, estiro mi cuerpo y acaricio mi culo que ya se siente plano de pasar tanto tiempo sentada. Mi esposo se baja del auto para rellenar el tanque de gasolina y me acerco a la ventanilla de atrás para hablar con mi hijo.

—¿Quieres ir al baño?

Nop.

—¿Seguro? Aún nos queda algo de tiempo para llegar y no haremos otra parada.

Nop.

Entorno los ojos hacía él y entro a la gasolinera para dirigirme al baño. Hago mis necesidades y salgo para lavarme las manos y arreglar mi cabello que se ha alborotado con el viento. Aliso mi vestido y me observo con detenimiento... He bajado de peso y toda la piel que ha quedado fuera de su lugar luego del embarazo ya se ha acomodado nuevamente. No tengo el mismo cuerpo que tenía antes que Connor, pero lo que tengo ahorita me gusta.

Mis senos lucen más grandes y los acomodo para que resalten en el escote de mi vestido. Mi cintura ha vuelto a aparecer y luce más estrecha ahora que mis caderas se volvieron más anchas. De lo único que no puedo deshacerme por completo son las estrías... Estrías que siempre olvidaba porque Levi las amaba.

Siempre que las veo lo único que pienso es en la forma que las besa y lame cuando desciende hasta mi coño para hacerme olvidar todo con su lengua.

Mejor dejo de pensar en eso para no ponerme caliente. Ya habrá tiempo para lo demás.

Una vida a tu lado || +18 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora