8. Lᴜᴄʜᴀ ᴘᴏʀ sᴜ ᴀᴍᴏʀ

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Por fin llegó la hora, el tiempo se había sentido eterno hasta ese momento, la espera lo estaba matando de los nervios. Kageyama, quien vestía unos pantalones negros con una camisa azul marino y un abrigo café, esperaba en el lugar de encuentro para la cita de agradecimiento a la que le habían prometido asistir.

A pesar de ser invierno, el clima estaba a su favor pues no había señales de que caería nieve, además no había demasiadas personas alrededor lo que significaba pocas probabilidades de ser interrumpidos.

Distraído, analizando su entorno y repitiéndose en la mente de que lo que estaba punto de vivir no era un sueño sino la más pura realidad, ni siquiera se dio cuenta que una persona más baja que él ya se encontraba a sus espaldas.

Hinata se admiró de la increíble concentración del más alto, pero no se podía resistir ante la ocasión perfecta para sorprenderlo, se inclinó hacia un lado de él y preguntó de repente:
¿Me estabas buscando?

Al escuchar su voz, el azabache saltó del susto:
¿¡Hinata!? —se llevó la mano al pecho— No vi cuando llegaste.

El pelinaranja rio al ver la reacción de Kageyama, y enseguida se colocó delante de él.

¡Ah! ... —se fijó en la vestimenta del pelinegro— ¡Que guapo luces! —dijo gentilmente.

Gracias, tú también estás muy bonito.

—¿Yo?, ¿Con esto?

Hinata se vio a sí mismo la ropa que traía puesta: Unos jeans azules con una camisa amarilla y un abrigo blanco.

—No es gran cosa, casi nunca presto atención a lo que me pongo —encogió los hombros, admitiendo que era descuidado en su forma de vestir y no era tan bueno combinando los colores.

—Estoy seguro de que lo que sea que uses se ve perfecto en ti —le respondió el pelinegro.

—Jajaja, pues si tú lo dices, gracias.

Sin perder el tiempo, Kageyama le ofreció su brazo para llevarlo a dónde tenían planeado:
—¿Nos vamos?

—Vamos —dijo Hinata tomándolo del brazo muy sonriente.

Los dos jóvenes iban a pasar todo el resto del día juntos tal como lo habían planeado. Primero fueron a comer unas hamburguesas, después caminaron por un parque privado mientras charlaban sobre las cosas que les gustaban y les disgustaban comiendo un algodón de azúcar, luego fueron al arcade a jugar videojuegos y finalmente cuando ya estaba la luna brillando en el cielo, admiraron la vista desde un pequeño mirador a cercanías de la ciudad.

Las luces de los faroles a lo lejos se veían como unos puntos tan pequeños de diferentes colores que formaban todo tipo de figuras a la imaginación. El ambiente tan pacífico y silencioso del lugar era perfecto para que sucediera algo romántico.

Armándose de valor, y tomando aire para calmar un poco su nerviosismo, Kageyama quiso comenzar una conversación sin quitarle la vista de encima al pelinaranja, quien observaba el cielo.

—Hinata...

—¿Sí? —se dio la vuelta para ver a los ojos al más alto.

Kageyama estaba tan encantado con el rostro deslumbrante de la persona frente a él, que su mente se quedó totalmente en blanco.

—...Gracias por existir... —le dijo sin pensarlo, pues se dejó llevar por el sentimiento más puro de amor que se apoderaba de él.

—¿Qué? ... —Hinata reaccionó confundido haciendo una pausa, y luego carcajearse— ¡Pfft! ¡Jajajaja! ¿A qué viene eso?, eres muy gracioso Kageyama.

Cadenas de obsesión [En Emisión] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora