❃ WAR ❃

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La ciudad de Finchley podía ser hermosa cuando no estaba contaminada por las bombas que caían del cielo. Aún así encontraba fascinantes las luces de los misiles que salían de los aviones de combate que sobrevolaban su cuidad.

- ¡Edmund, apartarte de ahí! -la señora Pevensie separó a su hijo del gran ventanal y cerró las persianas apurada. - ¡Peter! ¡Al refugio, ahora!

El mayor de los hermanos casi tuvo que arrastrar al menor fuera de casa donde se reunieron con sus dos hermanas y su madre en una carrera al pequeño refugio que les salvaría la vida de esta lluvia de misiles.

- ¡Espera, papá! -gritó Edmund mientras lograba soltarse del fuerte agarre de su hermano mayor y salió corriendo hacia su casa.

- ¡Edmund, no!

- ¡Ya voy yo! -le dijo el mayor a su madre para después salir corriendo detrás de Edmund.

- ¡Peter!

La señora Pevensie vio angustiada como sus dos hijos se perdían por la puerta de la casa. Mientras tanto, dentro de casa Peter alcanzaba a empujar a su hermano al suelo y cubrirlo con su cuerpo, librándose ambos de un misil que había caído muy cerca. Casi arrastró a su hermano al refugio, lo empujó dentro haciéndolo tropezar con los escalones, Peter estaba furioso.

- ¿Es que solo piensas en ti? ¡Eres un egoísta! ¡Podrías habernos matado!

- Basta Peter. -dijo la progenitora de los cuatro pequeños intentando suavizar el ambiente.

Edmund se dejó abrazar por su madre mientras sostenía firmemente la foto de su padre. Sí, podría haber muerto por ese misil, pero habría muerto con la foto de su padre. No se arrepentía ni lo más mínimo.

- ¿Por qué nunca haces lo que se te dice? -Peter cerró la puerta todavía enfadado. Iba a ser una noche larga.

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A Lucy le partía el corazón tener que separarse de su madre, pero no podía enfocarse en ella con tanta gente despidiéndose a su alrededor. Ojalá ella pudiese acabar con la guerra en un chasquido y que ningún niño o niña tuviera que irse de su casa.

- No te quites esto, cariño. ¿Está bien? -Helen terminó de poner el clip identificativo en su hija menor.- ¿Estás lo suficientemente abrigada? -sonrió al recibir una afirmación de la pequeña- Buena chica.

- Si estuviera papá no nos dejaría ir -refunfuñó Edmund dejando que su madre le pusiese su clip identificativo.

- Si estuviera papá aquí significaría que la guerra habría acabado y no tendríamos que irnos. -contestó un todavía enfadado Peter.

- Harás caso a tu hermano, ¿verdad Edmund? -Helen miró a su hijo con súplica en sus ojos. Besó su cabeza aún habiendo recibido una negativa por parte de su pequeño y se giró hacia Peter que la recibió con los brazos abiertos.- Prométeme que cuidarás de ellos.

- Lo haré, madre.

- Oh, Susan. -la señora Pevensie estrechó en sus brazos a su hija mayor- sé una buena chica. -Acarició la cara de la casi adolescente antes de separarse y mirar a todos sus hijos- Muy bien, hora de irse.

La mujer miró a sus hijos con una sonrisa triste subir al tren con el pecho encogido cada vez que su pequeña Lucy se giraba para ver si su madre seguía ahí. Se permitió dejar salir sus lágrimas una vez el tren se puso en marcha y sus hijos estaban lo suficientemente lejos como para no verla llorar.

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- El profesor Kirke no está acostumbrado a tener niños ruidosos en casa y, por ese motivo hay ciertas normas que debéis respetar. No podéis gritar, ni correr. Tampoco utilizar el montaplatos indebidamente. - los niños escuchaban a la señora Macready hablar mientras subían las escaleras principales de la casa del profesor. - ¡NO tocar los objetos históricos! -exclamó escandalizada al ver a la mayor de las hermanas hacer el amago de tocar una estatuilla. - Y sobre todo, está prohibido molestar al profesor o a la señorita Danielle.

- ¿La señorita Danielle? -preguntó Edmund mientras los hermanos se miraban con duda.

- Esa debo ser yo. -una muchacha menuda, de cabello largo cobrizo, ojos brillantes y sonrisa amigable les observaba desde lo alto de la escalera.

- Danielle querida, ¿por qué no le llevas el correo al profesor mientras yo termino de enseñarles la casa a los invitados?

- Sí, señora Macready.

Y así, la familia Pevensie conoció por primera vez a la muchacha de dulce mirada.

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SCREAM |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora