Cuenta la leyenda que cuando el Hijo de Adán en carne y hueso, en el trono de Cair Paravel esté sentado, los malos tiempos habrán acabado.
Para la paz poder conservar, el alma más pura una naturaleza especial tendrá. Su grito será tan potente que d...
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Danielle había hecho todo lo posible por reconciliar a los hermanos después de lo ocurrido ese día. Habían pasado ya tres días desde que había consolado a la pequeña y ya casi parecía un tema olvidado. Ahora se encontraba con los hermanos Pevensie fuera en los jardines, donde el sol daba en todo su esplendor después de tres días lloviendo sin parar.
- Entonces, si está bien que pregunte, ¿eres familiar del profesor Kirke? -inquirió el rubio de ojos azules.
- ¡Peter! -le regañó Susan.
- Oh no, está bien. Bueno, no estamos relacionados en sangre pero me acogió cuando a penas era un bebé... O eso dicen en la casa, la verdad es que no lo recuerdo, era muy pequeña. -soltó una risita nerviosa, la mirada del chico le ponía los pelos de punta-. La verdad es que lo quiero como si fuese mi abuelo o mi padre. Así que sí, lo considero mi familia.
- ¿Y tus padres? -preguntó curioso el pequeño de los chicos.
- No tengo ni idea y el profesor tampoco. -se encogió de hombros la pelirroja-. No es que quiera saber de ellos de todas formas. Quiero decir, me basta con el profesor y la señora Macready. Ellos han estado para mí toda mi vida.
- ¡Danielle! ¡Corre, ven! ¡Vamos a coger estas flores! -gritó Lucy perdida entre unos matorrales.
Danielle se levantó sonriente divertida por las advertencias de los hermanos mayores -Peter y Susan- hacia Lucy y el correr demasiado lejos de su vista.
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Otra noche en vela. Y es que Lucy no podía dejar de soñar despierta con aquel mundo del armario, preguntándose una y otra vez si el Señor Tumnus estaría bien. Deseaba ir tanto... Quería volver. Decidida, se puso de pie, se calzó unas botas especiales para la nieve, se puso bien su bata y cogió una vela. Acto seguido se encaminó silenciosamente hacia la habitación del armario, sin darse cuenta que en el camino se le había sumado una persona más. Edmund, que salía del cuarto de baño, vio a su hermana saliendo a hurtadillas de la habitación y su curiosidad fue mayor que sus ganas de volver a su cama calentita.
Cuando Edmund entró en la habitación, Lucy acababa de desaparecer entre las puertas del armario. El chico no pudo evitar sonreír al pensar en el susto que le iba a dar a la menor cuando cerrara la puerta del armario de golpe.
- Lucy. ¿Dónde estás? -susurró acercándose al armario- ¡Bu! -exclamó abriendo la puerta de golpe.
Pero Edmund no vio a su hermana pequeña. Solo vio los abrigos bien colocados. -Estará bien quieta al fondo del armario- con ese pensamiento y ganas de darle una lección, Edmund se adentró en el gran mueble.