Cuenta la leyenda que cuando el Hijo de Adán en carne y hueso, en el trono de Cair Paravel esté sentado, los malos tiempos habrán acabado.
Para la paz poder conservar, el alma más pura una naturaleza especial tendrá. Su grito será tan potente que d...
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Los hermanos Pevensie corrían junto el Señor Castor colina arriba sin parar ni un segundo a descansar gritando una y otra vez el nombre de su hermano, pero nunca llegaba la respuesta. Peter empezaba a desesperarse, ¿cómo podía haber estado tan ciego? Le prometió a su madre que cuidaría de sus hermanos, sin embargo, lo único que había hecho era perder a uno de ellos en un mundo mágico. Susan no se encontraba mucho mejor. Y es que la joven de cabello negro culpaba una y otra vez a su hermano mayor por no haberla escuchado cuando le sugirió más de una vez volver a casa. ¿¡Por qué nunca le hacían caso?! El grupo de cuatro llegó justo a tiempo para ver a Edmund adentrarse al castillo de la Bruja Blanca.
- ¡Edmund! -gritó con la esperanza de ser escuchada la menor.
-Shhh, ¡que os van a oÍr! -susurró el Señor Castor.
Desesperado, el rubio hizo el amago de salir corriendo a por su hermano, pero fue detenido por el Señor Castor.
- ¡Suéltame! -se apartó Peter del Señor Castor.
- Se lo estáis poniendo en bandeja. -intentó explicar el animal.
- No podemos dejar que se vaya. -intervino Susan.
- ¡Es nuestro hermano! -la apoyó Lucy.
Y es que por muchas travesuras que hiciese Edmund, sus hermanos lo amaban. Por dios, ¿cómo iban a permitir que Ed cayera en las garras de una malvada Bruja?
- ¡Él es el señuelo! -trató de hacerles entender el Señor Castor-. La bruja os quiere a los cinco.
- ¿Por qué? -preguntó Peter desesperado. No entendía nada.
- Para que no se cumpla la profecía. -miró el castor a los tres niños delante suya.- Para mataros.
El terror era visible en las caras de los humanos. En qué momento habían pasado de estar haciendo una guerra de nieve a estar en peligro de muerte por una estúpida profecía que, además, estaban seguros de que no tenían nada que ver con ella.
- Todo esto es por tu culpa. -acusó Susan enfadada.
- ¿Mi culpa? -la miró dolido Peter.
- ¡Esto no habría pasado si me hubieras hecho caso desde el principio! -le gritó en la cara. Susan no solía perder los papeles, pero ya estaba más que sobrepasada con la situación.
