Giovani siempre quiso ser director de cine, pero para eso necesita conocer gente, cosa en lo que es pésimo. Por lo que aprovecha la desaparición de dos alumnos y la muerte de cinco para involucrarse más con Jonathan Quiroga, un compañero que puede...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
MARCEL
Lo más difícil de ser amigo de Giovani Cárdenas era la facilidad con la que se metía en problemas. Ante mis ojos, él seguía siendo muy inocente y "verde" para su edad. Sí, veía a mi amigo como una plantita de frijol que apenas iba brotando.
La gente le pasaba por encima y él lo aceptaba con gusto, sólo bastaba que los compañeros le trataran como una persona, que le dieran la más mínima importancia, para que se sintiera querido.
No se si la señora Mariela y el señor José, sus padres, nunca le dieron atención de chiquito, no lo creía. Gio moría por algo de atención, pero tampoco la buscaba desesperadamente como esos alumnos que en secundaria le hacían el trabajo imposible al maestro para provocar unas cuantas risas en un salón.
Yo no podía opinar sobre su crianza, apenas había tenido oportunidad de hablar con su padre una que otra vez, su madre no se dignaba ni a saludarme cuando me veía por la calle y al hablarme ni siquiera me veía a los ojos.
Para ella, yo era poco más que un problema, una limitante para su hijo en todos los aspectos de su vida, lo sabía porque ella no se cuidaba de hacer esos comentarios cuando estaba presente.
Naomi me había contado que no era solo conmigo, la abogada Mariela era imprudente con todos, en toda situación. Tal como su hijo. Lo único que cambiaba era su trato, a Naomi la trataba casi como a una hija, llevándola a todas partes, comprándole cosas de vez en cuando, invitándole a comer a su comer a su casa cuando la situación lo ameritaba, etc.
Durante algún tiempo me preguntaba el por qué la diferencia de tratos persistía con el tiempo. Yo había cambiado, inclusive antes de eso no representaba un peligro real para nadie. Tal vez le faltaba tiempo a la señora Mariela para que se acostumbrara por completo a mí.
Cómo mi madre me decía: Yo tomaba tiempo y era un niño difícil de querer.
Ella ya no estaba y aún así sus palabras permanecían aquí, retumbando en mi cabeza a diario.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi cuerpo dolía horrores esa mañana, igual que mi cabeza, no me gustaba recordar los golpes que me daba mi padre, pero el dolor resultante funcionaba como un recordatorio del lugar exacto que fue lastimado.
