NAOMI
Llegué a casa exhausta. Había escuchado un montón de rumores sobre Marcel en la escuela a los que decidí dejar de lado e ignorar. Seguro eran falsos, luego hablaría con él para consolarlo y actuar como mamá gallina, aconsejando que le partiera la cara al siguiente que escuchara hablar mal de él. Por hoy no, ese no era mi problema.
Dejé los exámenes con calificaciones arriba de nueve, y la hoja escrita por mi misma con todos los promedios, sobre la mesa, como si se tratara de un buen juego de cartas con el que ganaría la partida. Pensaba que era mi boleto de salida hacia el extranjero, pero mi madre no se veía contenta.
¿Esperaba más de mí? Si era así pues que mal, yo ya estaba cansada de pensar, era demasiado trabajo y con tal de tener una beca no importaba lo demás.
Estuve apunto de pedirle, no, de exigirle, que me felicitara, cuando sus palabras me dejaron helada.
—Hoy hablé con la madre de Giovani —inició haciendo una pausa para examinarme, con esas palabras ya me daba una idea de que diría— Me llamó. Para agradecerme que lo dejé quedarse en la casa.
Grité internamente.
Tanto que sentí que mis oídos me dolían de verdad por la fuerza del grito.
Es que, ¿qué necesidad de hacer eso? La madre de Giovani me llegaba a desesperar a veces, era igual que su hijo, pero en versión señora. Ambos siempre tan oportunos.
—Ah...
—¡¿Ah qué?! —gritó mi madre en respuesta, como si mi contestación fuera una de las groserías más insultantes que hubiera dicho, y eso que nosotras nos hemos llegado a jalar de las greñas en discusiones—. ¡Le mentiste a la señora!
—¿Le dijiste la verdad? —me atreví a susurrar con un hilillo de voz.
—¡Claro que no! —se apresuró a contestar—. ¡Le mentí también!
Si yo hubiera sido una simple espectadora de esta escena, capaz me hubiera reído de lo irónica que resultaba, pero no. Era a mí a quien me gritaban.
—Ya conoces a la madre de Giovani, es bien nefasta y nerviosa. Apenas deja salir al pobre pendejo. Entonces vas, le mientes y no nomás lo metes en problemas a él. Quedas mal tú y me haces quedar mal a mí.
Mi madre se apuntó a sí misma aún con su celular en la mano. Poco le faltaba para lanzarmelo a la cara y luego excusarse con "es porque te quiero mucho, mijita".
A ella le importaba mucho lo que pensaran los demás sobre ella. Cuidaba demasiado lo que decía y que contestaciones daba, o que acciones tomaba. Por eso debía de ser una maldición para ella tenerme a mí de hija, porque era lo contrario. Decía lo que pensaba, me ponía a mi primero, incluso si eso hacía sentir mal a otros.
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Desaparecido y nombrado Domingo
Mystery / ThrillerGiovani siempre quiso ser director de cine, pero para eso necesita conocer gente, cosa en lo que es pésimo. Por lo que aprovecha la desaparición de dos alumnos y la muerte de cinco para involucrarse más con Jonathan Quiroga, un compañero que puede...