No te agaches, me siento culpable

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GIOVANI

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GIOVANI

"Todos quieren ir al cielo, pero nadie quiere morir"

Me desperté sin atreverme a abrir los ojos por completo. Si no hubiera sido por el dolor de espalda y mi dolor de cabeza hubiera estado más que dispuesto a dormir más tiempo. Además estaba en la camioneta de Marcel, necesitaba saber qué había ocurrido antes de dormir más tiempo. Pasé la mano por mi cabello, poniéndome de inmediato mi gorra antes de que alguien me viera sin ella.

    Me incorporé con algo de flojera, desde el asiento trasero podía ver que había alguien en el asiento de copiloto. Unos rizos chinos y negros me hicieron creer que se trataba de mi amigo.

—¿Marcel? —lo llamé aun adormilado—. Eh, ¿buenos días?

El sueño de la cabellera negra y llena de chinos se giró hacía mi muy lento, casi de manera oxidada como en las películas de terror. No era Marcel quien estaba ahí.

Era Alfredo.

En sus manos tenía el mismo casco que Jonathan me prestó el día anterior. No había celos o reproches en su mirada, sólo un vacío que me absorbía.

—Buenos días —susurró con un hilillo de voz.

Solté un grito recorriéndome en mi asiento, Alfredo extendió su mano libre hacia mí, en su palma aparecía poco a poco la palabra "Domingo" con letras negras. La puerta del auto se abrió de forma abrupta. Marcel me miró asustado de arriba a abajo.

—¿Qué pasó? —preguntó mirando al piso—. ¿Hay un alacrán?

Marcel me había contado que por su casa salían muchos alacranes gracias a que vivían cerca del monte, por lo que no me pareció raro que fuera su primera suposición. Negué y me asomé al asiento de adelante con mis brazos aún temblorosos. Alfredo ya no estaba ahí.

—¿Grité? Tuve un mal sueño —mentí algo torpe—. Soñé que estaba conduciendo tu auto y luego atropellaba a alguien —inventé riendo. Marcel sonrió ladino.

—Es una señal, para que no te preste mi auto.

Me quejé con la cabeza gacha, sentándome recto mientras buscaba la calceta que se me cayó mientras dormía. Marcel había tenido el lindo gesto de quitarme los zapatos. La escena de "Domingo" (como llamamos a Alfredo en el cortometraje para no usar su nombre real) se seguía repitiendo en mi cabeza.

Debía de haber estado alucinando al estar aún medio dormido.

—¿Por qué estoy en tu auto?

Marcel pareció recordar algo. Tomó una revista de relojes que estaba en el auto y la enrolló para golpearme con ella como si fuera un perro. Por cada azote soltaba una palabra.

—Como. Se. Te. Ocurre. Ir a. Tomar —regañó molesto entre susurros, dándome un último golpe en la cabeza—. Tuve que mentirle a tu mamá para que no me mataran a mi. ¿Por qué bebiste? No lo conoces, Giovani. Él no te va a cuidar borracho.

Desaparecido y nombrado DomingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora