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                                         Vas a ser una buena chica y aceptarás ser mi novia.




Lo admito, estaba aterrada. 

Esperaba fuera de la enfermería de la universidad sentada en el banco que había en la sala de espera. Jugaba con mis dedos impaciente por que sucedería ahora.

¿Le habré hecho mucho daño? ¿Me iba a denunciar? O peor... ¡Mi beca!

Me sentía terriblemente mal, y aún peor, porque una parte de mi se sentía arrepentida y preocupada. Pero otra parte, muy pequeñita estaba diciendo que se lo tenia merecido. Soy  un caso perdido.

Después de unos minutos de terrible desesperación que parecieron horas; salió la enfermera quitándose los guantes.

Me observo unos segundos y comenzó a negar con la cabeza.

Ay Diosito...

¿Lo maté? Mi cara se transformó en segundos aterrada y entonces la enfermera comenzó a reírse de mi. ¿Que?

-Tranquila.- Habló.- Está bien, solo tiene un buen moretón.

Sentí  mis vías respiratorias volver a trabajar y la comida que estaba en mi garganta volvió al estomago.

-Y la universidad no tomará acciones porque fue un accidente.- Continuó relajada.- Pero, si el te denuncia, nosotros no podremos hacer nada.

Ugh, el se veía de los niños ricos que denunciaban. Estaba perdida.

Después de decir eso, salió del lugar yendo a otro sitio que desconozco.

Yo mientras tanto, me cuestionaba si entrar a verlo o mudarme a África para que nunca más me encontrara.

Pero si no tenia ni dinero para estudiar aquí, menos tendría para irme a África.

Así que derrotada me acerqué al cubículo donde el estaba, solté un suspiro pesado y abrí la puerta.

-Ya era hora.

Fue lo primero que dijo al verme, sonaba irritado y con razones.

-Oye yo...- Comencé para intentar disculparme.

Me corté porque se levanto de la camilla y me di cuenta que no traía camisa ¿Why?

Mi vista pasó de su cara a sus pectorales, y al segundo se me olvidó todo, hasta mi nombre.

¡Madre mía! ¿Como se podían tener semejantes pectorales y ser un ser humano inmortal? Eran de otro mundo, jamás había visto unas lineas tan perfectas. Se le marcaban con fuerza y se encontraban bronceados al punto exacto.

Luego, hacia las costillas, se formaban separaciones que solo lo hacia ver más musculoso, llegando hasta su pecho. Mi cabeza solo repetía ''tócalos'' ¿Que me pasa? ¡Solo son cuadritos, pectorales, chocolates... chocolates.

-Me avisas cuando me termines de follar con tu mente.

Y de un respingo volví a la realidad recordando el porque estábamos ahí y me sentí demasiado estúpida. Hice el ademán de hablar pero el me interrumpió.

-No pasa nada, estoy acostumbrado a que las chicas me deseen.

-¿No estas enojado?- Pregunté extrañada.

Llámame Señor- ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora