Hoy llega mi familia a Casablanca, estoy muy nerviosa y preocupada a la vez. No quiero que reciban el mismo trato que yo en los primeros días de mi estadía en este país. Mohammed salió esta mañana a sus empresas, pero me aviso que llegara antes para recibir juntos a mi familia.
Me veo por última vez en el espejo. Tengo puesta una playera que Oliver me regalo; en ella tiene un estampado de una foto nuestra cuando éramos unos pequeños.
Cuando salgo del armario, me encuentro a Mohammed en la habitación dejando su maletín sobre un sillón. Se ve tan atractivo con su traje azul rey, sin duda los colores oscuros le van de maravilla.
—Hola, preciosa. ¿Bajamos a recibir a tu familia?—pregunta alegre y me da un beso en la mejilla.
—Si, estoy emocionada.
Me ofrece su mano y la tomo para bajar hasta el porche. Nos sentamos frente a la pequeña mesa para esperar cómodamente.
Miro de nuevo el reloj, ya se han tardado demasiado; tal vez tuvieron un retraso en su vuelo. Mohammed está muy concentrado escribiendo algo en su teléfono y no parece consciente de mi comportamiento. Me siento nerviosa ya que no dejo de morder mis uñas.
Miro de nuevo hacía el largo corredor hasta que una luz blanca me asusta un poco. Giro bruscamente y me encuentro a Mohammed con su teléfono en mi dirección.
—Lo siento—se disculpa mientras guarda su teléfono dentro de su saco—. No pude evitar tomarte unas fotos.
—Eres un tonto—le doy la espalda de nuevo para ver el largo corredor.
Pasan cerca de veinte minutos cuando escucho el motor de una camionera e inconscientemente me pongo rápido de pie.
Una camioneta negra se estaciona frente a los escalones que dan al porche. Khaled abre la puerta trasera y extiende su mano. Mi madre toma su mano para bajar con cuidado; lleva puesto un hermoso vestido azul cielo de algodón. Observa con detenimiento la casa desde arriba, su mirada baja lentamente y sonríe al verme parada al final de los escalones.
—¡Mamá!—grito emocionada mientras bajo los escalones corriendo para abrazarla.
—¡Mi niña! ¡Mi preciosa Charlotte!—responde a mi abrazo y al mismo tiempo me da varios besos en mi frente.
La extrañaba demasiado. Ella siempre será mi madre pase lo que pase y sin duda alguna, siempre voy a necesitar de ella.
—¿Y para mí no hay abrazo?—pregunta mi padre indignado.
Aún en los brazos de mi madre, lo miro fijamente sonriendo. Viste un conjunto deportivo, aunque no sé porque los usa si no hace ejercicio.
—¡Matías!—grito eufórica y lo abrazo con fuerza provocando que mi padre se tambalee un poco.
—¡Te lo dije, Isabel! Ya no me dice papá, solo Matías. Mis hijos no tienen educación, ninguno me respeta—se queja como un niño—. Pequeño diablillo—me abraza con mucho cariño.
—¿Dónde están mis hermanos?.
—Fueron a comprar algunas cosas—responde mi madre bostezando y asiento contenta.
—¡Buenas tardes, señores!—saluda Mohammed sonriendo.
Me había olvidado completamente de él, es decir, no me tome la molestia de esperarlo para recibir juntos a mis padres.
—¡Buenas tardes, cariño!—responde amable mi madre.
—¡Buenas tardes, Mohammed!—le saluda mi padre sin dejar de abrazarme.
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Charlotte
RomansaCharlotte Saavedra es una nadadora profesional mexicana que toda su vida ha perseguido sus sueños al lado de sus mellizos. Mohamed Asad es un árabe millonario y el hijo mayor de los Assad. Desde pequeños sus familias los unieron para que al cumplir...