Capítulo 6. El nexo entre ambas

1.7K 138 33
                                    

El trabajo estaba yendo según lo previsto. Buena parte de los accionistas de la rama americana de la compañía seguían siendo fieles a Regina, pero al menos ella había conseguido afianzar a todos lo de la europea. Y eso le arrebataba la mayoría necesaria a la mujer: Sin el apoyo de algún miembro europeo de la junta, no lograría alcanzar el 60% necesario para hacerse con la presidencia, así que Emma estaba bastante satisfecha.

Las complicaciones, no obstante, estaban por empezar. Conseguir que Regina se quedase sin la mayoría era el primer paso y el siguiente pasaba por arrebatarle el apoyo de los miembros más críticos con su administración. Carol Guerra, John Sanders y Saul Pereira habían aceptado su invitación para reunirse aquella tarde y así debatir sobre su plan para con la compañía. Sabía que eso ya era una buena señal, pero la realidad era que ni siquiera así conseguiría los números suficientes para destronar a Regina. En el fondo, toda su estrategia se basaba en una única posibilidad: ganarse a Biel Adams.

«El pedante de Adams», pensó, apretando inconscientemente la mandíbula. Que no le caía bien aquel hombre no era un secreto. ¿El motivo? Tal vez lo descaradamente impertinente que era, las múltiples ocasiones en las que la había esquivado cuando había intentado acercarse a él y lo peligrosamente interesado que se le veía en Reg... «Eh, no. Eso no», se dijo, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos. ¿Por qué debía molestarle algo así? Si Biel quería intentar lo que fuera con Regina, allá él. No era de su incumbencia. Si fuera por ella, cuanto más lejos tuviera a esa mujer del demonio mejor. «Pero aún así...», frunció los labios y se adentró en el ascensor del vestíbulo.

Aún así cada vez que pensaba en ella su pecho ardía. Tampoco ayudaba el hecho de que se hubiera convertido en una especie de amiga inseparable de Mary y Neal. Ambos intentaban no hablarle de ella, pero sabía que se veían de tanto en tanto. Era como si todo a su alrededor la empujara de nuevo a estar cerca de la morena. Incluso una recóndita parte de sí misma también le susurraba que olvidara todo y volviera a dejarse caer entre sus brazos, pero no podía. Por más que quisiera cerrar los ojos y olvidar, no era capaz. Ni aunque se decidiera por creerla, ya que si bien no le habría mentido aún le habría estado ocultando algo importantísimo... Emma apretó la carpeta de documentos contra su pecho y se dejó mecer por la elevación del aparato.

Había marcado la antepenúltima planta, ya que allí era donde se había instalado provisionalmente, pero el ascensor se detuvo nada más llegar a la segunda. Ambas puertas se abrieron con lentitud tras un silbido y el rostro que encontró al otro lado le heló la sangre e hizo que bajara la mirada. «¡Maldita sea!», apretó los labios.

—Buenos días —saludó Regina con calma, entrando en el cubículo.

—Hola —musitó Emma.

No vio que botón pulsaba, estaba demasiado concentrada repasando el contorno de la hebilla de su zapato de tacón derecho en un intento de obviar su presencia. Había bastado solo un par de segundos para que el corazón se le acelerara, solo una mirada a aquellos rojizos y carnosos labios que el otro día había tenido tan cerca... Tragó saliva.

—¿Qué tal el trabajo? —le preguntó. Regina continuaba cerca del panel de control, apoyada en el lateral del ascensor—. Espero que estés cómoda en las oficinas —añadió en un tono tan formal que le hizo fruncir el ceño.

—No está nada mal, aunque hay demasiado espacio —respondió, alzando un poco la vista. La mujer estaba de espaldas a ella, así que se atrevió a dejar que sus ojos repasaran el contorno de sus curvas. Con aquel pantalón de tiro alto ceñido eran aún más prominentes—. Y el trabajo va genial, gracias por preguntar.

—No hay de qué —dijo ella, recogiéndose un par de mechones azabache por detrás de la oreja antes de que sus brazos volvieran a cruzarse por delante de su pecho.

Hasta creer en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora