La respiración de Emma era lenta y tan acompasada que le infundía una paz casi trascendental. Le gustaba mirarla mientras dormía. De hecho, había descubierto desde su noche en Boston el que ya era uno de sus pasatiempos predilectos: intentar adivinar lo que Emma estaba soñando. Por suerte, la rubia era terriblemente expresiva y a Regina le divertía ver cómo fruncía el ceño o sonreía sin razón aparente. En ocasiones incluso murmuraba un compendio de palabras cuyo sentido aún estaba por determinar. Por más que lo intentó, no pudo evitar reír con dulzura cuando la vio torcer los labios en un mohín infantil mientras arrugaba la nariz. Procuró que su voz apenas sonara, pues no quería despertarla. Cuando la risa remitió, se acercó a ella y depositó un beso fugaz sobre su frente.
—Eres preciosa, Emma Swan —susurró con una sonrisa que le desbordaba los labios.
La aludida arrugó un poco más el entrecejo y ronroneo antes de darle la espalda para seguir durmiendo. Regina volvió a reír y sacudió la cabeza. Le habría gustado quedarse allí, acurrucada hasta que le entrara el sueño, pero había cierta inquietud que no dejaba de revolotear en su cabeza. Y ni siquiera todo el cansancio y la felicidad post-orgásmica que la embriagaban eran capaces de borrarla.
Se hizo con una de las mantas sobrantes (aquella muchacha era una friolera y siempre dormía con capas de más) y se rodeó el cuerpo con ella mientras se deslizaba por uno de los laterales de la cama. Los pies descalzos tocaron el suelo y Regina dejó la agradable penumbra del cuarto para dirigirse al salón. Entre el aroma del perfume de Emma todavía podía olfatear los remanentes del olor de su cena y sintió un pellizco de lo más agradable en el estómago al recordar la dicha en los ojos de la rubia al devorar los rollitos de sushi. Era un desastre con los palillos, pero un desastre de lo más adorable.
Cuando llegó a la altura de la mesita, vio que la luz de las notificaciones de su teléfono parpadeaba. Llevaba horas esperando noticias de una fuente en concreto, así que el pulso empezó a galopar con fuerza por sus venas. La impaciencia se adueñó de sus manos temblorosas al ver el remitente de sus varias llamadas perdidas y un único mensaje. Abrió la conversación e inspiró hondo.
«Tenías razón, Mills. He indagado un poco y he encontrado decenas de identidades asociadas a la misma persona. Me va a llevar un tiempo desgranarlo, pero estoy seguro de que aquí hay mucho más de lo que parece a simple vista. Uno no colecciona tantos alias a menos que esconda algo. Seguiré investigando. Aún así, quiero que tengas muy claro que si encuentro cualquier cosa que también te salpique a ti o a tu empresa, no miraré hacia otro lado», decía Graham.
Cayó en el sofá, echando la cabeza en el respaldo y el móvil sobre su regazo. Había cerrado los párpados casi por impulso. El mismo que la llevó a tensar los carrillos segundos antes de expirar una larga bocanada de aire. Ya estaba hecho, no podía dar marcha atrás. Y sabía que era lo mejor, cayera quien cayera.
Correteó con los dedos hasta dar con su teléfono de nuevo y desbloqueó la pantalla. Pensó en muchas cosas antes de darle a enviar al mensaje que colgaba en su conversación con Graham. Su cabeza repasó sus inicios en Big Data Enterprise de la mano de Henry, las largas tardes oyendo a su padre hablarle de cómo dirigir el negocio mientras esperaban que hasta el último de sus empleados se marchara para dejar la oficina... Había crecido con muchos de ellos y se sentía responsable de todos y cada uno. De alguna manera sentía que iba a abandonarles, pero no le quedaba alternativa. Hablaría con Thomas para asegurarse de que, dentro de sus posibilidades, cuidarán de ellos hasta el final. Su padre había dejado dos cosas a su cargo y Regina estaba segura de que llegado el momento, Henry habría tomado la misma decisión que ella. Y es que, tal como le dijo Saul, la estaban forzando a elegir entre su compañía y Emma.
El presentimiento de que tarde o temprano ocurriría algo siempre había estado ahí, pero se convirtió en certeza en cuanto la rubia le abrió la puerta y vio la herida en su labio. No fue necesario que dijera nada, lo entendió de inmediato al ver el dolor de sus ojos y la hinchazón de su labio. Un inequívoco «te estás acercando donde no debes» no verbal y asqueroso. Sólo había dos personas a las que sabía capaces de hacer algo así y Mayka estaba descartada. Conocía lo suficiente a Emma como para saber que ni habría permitido que se le acercara tanto, ni la habría dejado en aquel estado de shock. El cabrón de Anthony le había puesto la mano encima y una parte muy primaria de ella había contemplado la idea de enviar a Sam y Nigel en su busca. Pero aquello no solo no habría acabado con el sufrimiento de la rubia, sino que la habría alejado de ella. Emma aún pensaba en ese desgraciado como su padre. Y la tarea de despertar le correspondía a ella.
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Hasta creer en ti
Romance[CONTINUACIÓN de Hasta saldar la deuda] Emma Swan se había evaporado del mapa. Regina vive sus días con la angustia de no saber nada de su paradero y la busca sin cesar. A su vez, deberá enfrentarse a una cruenta batalla por la presidencia de la com...