Dormir era uno de sus pasatiempos favoritos. Sobre todo cuando la persona que protagonizaba sus sueños era Regina. En aquel mundo imaginario no había nada que le impidiera dar rienda suelta a sus sentimientos: podía quererla y dejarse querer sin reservas. Pasaba horas recorriendo su piel, empapándose de su calidez, perdiéndose en unos labios que la hacían sentir en casa. Entre las sábanas de su subconsciente era mucho más sencillo ignorar la pequeña espina de desconfianza que todavía seguía clavada en su costado, supurando y envenenándola con lentitud. Los miedos no estaban tan presentes, tampoco su malestar o desconfianza. Ni siquiera sentía que debiera estar a la altura de las expectativas de nadie. Allí podía ser sólo ella, Emma Swan, una mujer que lo único que anhelaba era buscar cobijo entre los brazos de la persona que quería.
Y a Emma le habría gustado poder seguir durmiendo para que aquella falsa sensación de felicidad durase lo máximo posible, pero algo se lo impidió. Empezó a advertir un ligero golpeteo, como un eco que reverberaba en algún punto en el interior de sus oídos. Un golpeteo que pasó de ligero rumor a verdadero escándalo conforme su mente empezaba a despertar. Apretó los párpados un par de veces antes de abrir los ojos y frunció el ceño al ser plenamente consciente del ruido. Estaban aporreando su puerta.
Enfundó los pies en unas cómodas zapatillas y dio un rápido vistazo al reloj de su mesita antes de ponerse en pie. Pese a la oscuridad que envolvía la habitación, no eran ni las diez. «Cada día te acuestas más temprano, Emma», se reprochó mientras trataba de recordar cómo había acabado cayendo rendida tan pronto. Aquel día tampoco había ido a la empresa, pese a que las ganas de ver a Regina fueran un aliciente. Sabía que su padre estaría allí y no le apetecía verle. Aún no habían hablado desde su discusión y Emma todavía se sentía algo inestable. Por eso, había preferido continuar refugiándose en la tranquilidad de su apartamento y se había llevado un buen libro a la cama para intentar distraerse. Sin embargo, y dado el éxito de su gesta, la próxima vez mejor se pondría alguna serie en Netflix.
Una nueva oleada de golpes la sacaron de sus pensamientos y la empujaron a terminar de ponerse en pie. Dada la insistencia con la que llamaban a la puerta estimó que sería algo urgente, así que apremió el paso y en apenas un par de zancadas ya alcanzó el vestíbulo. Estiró la mano en busca del pomo, pero en cuanto sus dedos afianzaron la superficie un escalofrío le corrió por la espalda. «¿Y si es papá?», se preguntó. Como si la pieza de metal estuviera ardiendo, la soltó por acto reflejo e incluso dio un paso hacia atrás. El ritmo cardíaco le subía por momentos y los pulmones empezaban a demandar cada vez más aire mientras seguían golpeando al otro lado de la puerta. «No tiene por qué ser él y aunque lo fuera... no tienes que tener miedo. Es tu padre», se recordó en un intento de volver a tranquilizarse, pero las manos que se apoyaron en la madera no paraban de temblar. Se aproximó con reticencia a la mirilla y lanzó un largo suspiro al comprobar que quien había al otro lado del umbral no era Robert.
—Menudo susto me has pegado —dijo, lo suficientemente alto para que la persona que había fuera pudiera oírla.
Al girar el pomo y abrir, sus ojos volvieron a reconocer la figura de Regina. La morena estaba apoyada en el marco derecho de la puerta y todavía tenía la mano izquierda en alto, como si quisiera volver a intentar golpear la madera. Debía haber venido directa de la oficina a juzgar por la formalidad de su atuendo y los mechones rebeldes que se negaban a formar parte del recogido de su cabello. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue la palidez fantasmal de su rostro.
—¿Qué haces aquí a estas hor-...
Emma no pudo terminar la frase, ya que Regina se lanzó sobre ella y la envolvió entre sus brazos. Estaba helada y las manos que la estrecharon con firmeza no paraban de sacudirse, enredándose en la tela de su pijama.
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Hasta creer en ti
Romance[CONTINUACIÓN de Hasta saldar la deuda] Emma Swan se había evaporado del mapa. Regina vive sus días con la angustia de no saber nada de su paradero y la busca sin cesar. A su vez, deberá enfrentarse a una cruenta batalla por la presidencia de la com...