No le gustaba dar entrevistas. Y eso no era ningún secreto. Le incomodaba sentirse expuesta. Regina tenía todos esos objetivos frente a ella, capturando al milímetro cualquier expresión en su rostro, y notaba la calidez de las luces que habían traído los del estudio abrasándole la piel. La situación en sí era sofocante. Empezaba a lamentar haber hecho caso a Biel. El rubio se había mostrado muy entusiasta con su idea de «ganarse a los medios» para así afianzar su postura a la presidencia. A fin de cuentas, Big Data Enterprise era mundialmente conocida y la propaganda les vendría bien de un modo u otro.
La idea le había parecido lógica y por eso la había aceptado. Hasta ahí todo tenía sentido. Además, Biel le había prometido que estaría a su lado en todo momento para así dar una imagen de unidad. Algo que, de nuevo, también tenía bastante sentido. El problema, sin embargo, es que todo se le fue de las manos en el momento en el que la mujer que la entrevistaba empezó a hacerle preguntas de índole personal.
La chica debía rondar los treinta, bien peinada y maquillada, y tenía un agradable tono de voz. Algo estridente, sí, pero placentero de todos modos. Tal vez por eso ni siquiera se percató del momento en el que cambió el tema de conversación con una habilidad pasmosa:
—Es interesante ver la buena sintonía que hay entre ambos —observó la periodista, luciendo una amplia sonrisa—. ¿También os compenetrais así de bien fuera del trabajo?
Los nervios le atravesaron el estómago. «¿Qué tipo de pregunta era esa?», pensó, entre asustada e indignada. Regina intentó mantener el rostro neutro mientras escondía el ligero temblor de sus manos y reproducía en su mente varias formas plausibles de escapar de aquello sin parecer una maleducada. Definitivamente no se movía bien con cámaras de por medio. Prefería mil veces estar en una junta ante diez o veinte tiburones de borsa a ponerse frente a un micrófono.
—Jeannete, esa pregunta es algo privada, ¿no crees? —la reprendió Biel, medio en broma, y ella respiró hondo agradeciendo que el rubio hubiera contestado con tanta premura.
—Oh, vamos... Ambos sois atractivos, trabajáis juntos y estáis solteros. Durante mucho tiempo se ha rumoreado que podría haber algo más y estoy segura de que nuestros espectadores quieren saberlo —insistió la mujer—: ¿Qué tipo de relación existe entre vosotros?
—Y yo que creía que habíamos venido a hablar de por qué es importante apostar por una gestión de datos responsable... —se lamentó Biel, tocándose el pecho como si el cambio de tema le hubiera resultado doloroso.
La periodista rió ante su ocurrencia y Regina hizo un amago de sonrisa sin acabar de entender cómo narices había acabado ella ahí. «Nota mental: No vuelvas a confiar en una idea que venga del estúpido de Biel Adams. Jamás», se dijo.
—Aunque si insistes, no voy a dejaros con la miel en los labios —añadió el rubio y notó cómo su mano la agarraba de la cintura y la atraía hacia él. Regina frunció el ceño, pero antes de que pudiera articular palabra, Biel continuó—. Puede, y sólo puede, que veáis algún tipo de compromiso más serio entre nosotros en un futuro.
—¿Eso que estoy oyendo son campanas de boda, señor Adams? —preguntó la mujer con los ojos más chispeantes y curiosos que había visto. Probablemente ya olía la primicia.
—Como he dicho: Puede.
Regina se le quedó mirando y enarcó las cejas en un gesto que esperó que el rubio entendiera al instante. Él se ladeó en su dirección y le guiñó un ojo, divertido, antes de acercarse a su oído y susurrarle: «Sígueme la corriente, luego te explico». Un gesto cómplice que por poco no arrancó un gritito de la presentadora.
Biel era el experto en medios, eso lo sabía, pero no tenía tan claro de qué le iba a servir soltar ese tipo de comentarios en directo. ¿Qué era lo que pretendía? ¿Sentar algún tipo de expectativa o...? Apretó los labios y finalmente decidió no descartar su comentario de inmediato. Tal vez valía la pena esperar para ver hacia dónde se dirigía todo. Finalmente se decidió por lanzar un leve suspiro y lucir una de sus mejores sonrisas.
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Hasta creer en ti
Romance[CONTINUACIÓN de Hasta saldar la deuda] Emma Swan se había evaporado del mapa. Regina vive sus días con la angustia de no saber nada de su paradero y la busca sin cesar. A su vez, deberá enfrentarse a una cruenta batalla por la presidencia de la com...