Las palabras de Regina zumbaban en su cabeza mientras Emma se mortificaba por no haber sido lo suficientemente tajante con ella desde el principio. Para empezar no debería ni haber aceptado el hablar con ella, ¿por qué lo había hecho? ¿Por qué necesitaba desesperadamente oír sus excusas? Se frotó las sienes con los pulgares y resopló.
Le aterraba descubrir la respuesta a esas preguntas porque no era algo que entrase en sus planes. Si abría la puerta a sus sentimientos, ¿cómo sería capaz de llevar a cabo su objetivo de apoderarse de Big Data Enterprise? Escondida en la última mesa del restaurante, aquella que estaba al fondo y lo suficientemente cerca de los baños como para que el hedor rezumara, Emma sacudió la cabeza.
Movida por el remordimiento, había salido del edificio de la compañía y había pedido un taxi para ir a un lugar al que creyó que jamás volvería.
El Lumiere no había cambiado un ápice desde su marcha. Seguían trabajando sus mismos compañeros e incluso era capaz de reconocer a varios clientes habituales apostados en las mesas junto a la bonita cristalera. Alzó la vista hasta dar con el reloj que colgaba de la pared central del recinto y suspiró, volviendo a enterrar el rostro tras sus manos.
Emma había llegado pronto a sabiendas de que el turno de Mary aún no había empezado y de que Neal estaría demasiado ocupado en la cocina como para salir y encontrarse con ella. Quería ver a ambos, pero no sabía cómo acercarse a ellos. Tampoco con qué cara mirarles. Las orejas le palpitaban y podía sentir el ardor en sus mejillas. Por más que hubiera preparado su discurso durante días, las palabras la habían abandonado y se encontraba a sí misma sentada en una de las mesas más apartadas del recinto; con la cabeza gacha y los labios fruncidos.
Con el fin de que no pudieran encontrarla, Emma había tenido que marcharse sin mediar palabra con nadie. Sin dejar rastro. Tampoco se le había permitido comunicarse con sus seres queridos por si rastreaban la señal de sus llamadas. Había tenido que ocultarse durante más de quince meses, alejada de todos los que le importaban. Y eso no hacía más que avivar su odio hacia Regina. «Todo este dolor, toda esta situación es por su culpa», se recordó.
—¿Emma? —preguntó una voz. Aunque no pudiera verla, la reconoció al instante. Era Mary—. Emma... ¿eres tú?
Tragó saliva con el rostro aún enterrado entre sus manos. Definitivamente no estaba preparada para enfrentarla. Abrió la boca, forzando los labios, pero no era capaz de emitir sonido alguno. Las palabras la habían abandonado al igual que el coraje para mirar a la que fuera su amiga a los ojos.
En silencio oyó cómo Mary apartaba la silla contigua y se sentaba junto a ella. Tras un largo suspiro, carraspeó.
—Sé que eres tú. No hay nadie tan idiota como para presentarse aquí y esconderse de este modo en la peor mesa del restaurante —dijo Mary del tirón. A ella le ardieron las orejas—. ¿Dónde demonios has estado, imbécil? ¿Sabes lo preocupados que estábamos por ti? Mírame a la cara y contéstame.
Emma deslizó las manos por la cara y al tiempo que su rostro se libraba de la oscuridad, también lo hacía su mirada. Cuando recobró la vista, le impresionó encontrarse a su amiga con el labio tembloroso y los ojos al borde del llanto. Mary se aferró a la mesa y tragó saliva como si con ello pretendiera engullir sus emociones.
—¡Di algo! —le exigió.
En cuanto el grito resonó en las cuatro paredes del local su voz se quebró del mismo modo que lo hicieron sus lágrimas. Ríos de agua salada caían por sus mejillas, pero Mary mantenía una postura firme con el puño cerrado sobre la mesa y los hombros tensos. Le dolía verla tan afligida.
—L-lo siento —tartamudeó Emma. Ella también había empezado a llorar.
—¿Lo sientes? —cuestionó Mary. Su voz era un quejido angustioso—. ¿Sabes qué siento yo? Que no se te ocurriera avisarnos de que te marchabas: Ni una llamada, ni un mensaje, ¡nada! Estuvimos noches enteras sin dormir, imaginando lo peor... ¡Pensábamos que te había ocurrido algo!
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Hasta creer en ti
Romansa[CONTINUACIÓN de Hasta saldar la deuda] Emma Swan se había evaporado del mapa. Regina vive sus días con la angustia de no saber nada de su paradero y la busca sin cesar. A su vez, deberá enfrentarse a una cruenta batalla por la presidencia de la com...