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Por otro lado, con las chicas. Aluca continuaba golpeando a Raquel. Aunque ella tratara de pararlos, la diferencia de fuerza le provocaba un gran dolor en los brazos. Estaban muy rojos, y tampoco era fácil luchar con un maldito vestido. En un intento por noquearla, Raquel le lanzó una patada, pero esta la agarró y la lanzó con fuerza contra la pared.

—Pobrecita... —decía mostrando sus colmillos mientras agarraba de la nuca a la joven. —Perdiste a tus padres, perdiste a tus amigos. Debes de sentirte muy sola. —dijo con un tono falso de lástima.

Raquel se arrastraba hacia atrás intentando alejarse.

—Que te jodan. — escupió con odio.

Aluca la acorraló contra una pared, lista para rematarla. La agarró del cuello y la elevó hasta que sus pies no tocaban el suelo.

—¿Qué te parece si te ayudo a reunirte con ellos? —la demonio elevó la mano para clavarle las uñas en el pecho, pero antes de que pudiera las dos mujeres oyeron un disparo y la mano de la demonio se convirtió en cenizas.

Sam la había disparado con la escopeta de Adán.

—¡Humana inmunda! —gruñó y soltó a Raquel para ir a por Sam.

Sin embargo ella comenzó a acribillarla sin parar provocando que ella retrocediera con cada disparo.

—¡¿Quién se ríe ahora, zorra?! Esto va por tirarme desde una ventana. —espetó la médium enfadada y con deseos de venganza. —¡Vete al infierno de donde viniste!

Aprovechando la oportunidad, Raquel usó la cadena para atrapar a Aluca por el cuello y tiró comenzando a estrangularla.

—¡Saluda al Diablo de mi parte! —murmuró ronca.

Entendiendo la señal, la chica sacó un cuchillo oculto en su bota. Corrió lo más rápido que puso y con el impulso, le apuñaló en el corazón a la demonio.

—Un consejo. — continuó con una sonrisa triunfante. —Si quieres matar a alguien, no te quedes parada hablando, mátalo de una vez.

La demonio soltó un gemido y su cuerpo comenzó a quemarse hasta quedar solo un puñado de cenizas negras. Sam soltó las pistolas y el cuchillo aliviada.

—Y decía Adán... que no podía contra un demonio. —sus rodillas temblaron, provocando que cayera al suelo por el cansancio.

Raquel se arrastró para verla. Sam no era medio demonio, ni un ser que se curaba solo, puede que fuera médium pero seguía siendo humana.

—Sam. — jadeó preocupada.

Le costaba respirar y al levantar la camisa, vió que tenía varios moretones por el cuerpo de los golpes. Sin embargo, la chica con los ojos medio abiertos subió la mano y luego elevó el pulgar con una sonrisa. —Somos unas máquinas. — jadeó a la vez que tosía sangre. —Tranquila, soy más dura de lo que todos creen.

Raquel asintió.

—Me lo creo. — la dijo. —Tú descansa y no hables.

Raquel alzó la mirada. El combate no iba bien para el demonio perro y el ángel caído. Nebiros les estaba dando golpes horribles. Casi le pareció oír como se les rompía los huesos. Entonces encontró a Adán, aun tratando de ponerse en pie.

—Tengo que ayudarle. —le dijo a Sam. —Quédate aquí.

Corrió hasta el brujo herido, y le ayudó a sentarse apoyado en sus brazos.

—Adán. —dijo asustada al verlo así de herido.

Este levantó la cabeza hacia ella.

—Vete de aquí. — jadeó con dificultad. —Esto es peligroso.

(1) El Lilim #Saga Guardianes de lo OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora