Capitulo 10

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Cada minuto de la breve ceremonia civil fue angustioso y, en cuanto terminó, Camila salió a la calle para respirar. Aunque era junio, el cielo estaba gris y llovía sin cesar.

—¡Karla! —gritó Lauren, saliendo del edificio con dos guardaespaldas tras ella.

—No me llames Karla.

—Te puedo llamar como quiera. Eres mi esposa.

—Eso no te da ningún derecho —dijo Camila, que sintió un escalofrío.

—Ahí te equivocas —Lauren sonrió y la tomó de la muñeca—. Me da todo el derecho que necesito, agapi mu, dame la joya.

—¿Puedo llevarla un poco más? Es sólo que yo… me…

Le recordaba a su hermana.

Necesito que me devuelvas la joya y necesito que lo hagas ahora mismo. Después de todo, es la razón por la que me casé contigo.

Camila se quitó la gargantilla que llevaba puesta al cuello.

Parecía el lugar más seguro donde ponerla.

Lauren sonrió de manera irrisoria y tomó la joya, dándosela a uno de sus guardaespaldas.

—Teniendo en cuenta que muy pocos hombres y mujeres han tenido acceso a esa parte de tu cuerpo, estoy de acuerdo contigo. Ahora me tengo que marchar.

—¿Marcharte?

—Ya he pasado demasiado tiempo en este país húmedo y lluvioso —miró a su alrededor con desagrado—. Tengo unos problemas de negocios urgentes que resolver en Grecia que requieren mi atención personal.

Aquello era la mejor noticia que ella había recibido en mucho tiempo.

—Está bien. Entonces te marchas. Ya te he dado la joya. No tenemos más que hablar.

—¿Realmente crees que yo me iría a marchar sin que mi esposa viniera conmigo? —Dijo ella, atrayéndola hacia sí—. Estamos recién casadas, agapi mu. Se supone que tenemos que pasar tiempo juntas y satisfacer las fantasías más salvajes y profundas de la otra. ¿No fue ésa tu intención cuando me suplicaste que me casara contigo?

—Yo no te supliqué que te casaras conmigo, por lo menos no de la manera que sugieres —Camila sintió cómo le daba vuelcos el estómago al sentir el cuerpo de ella tan cerca—. Mi intención fue refrenar que seas tan mujeriega, lo que he conseguido —trató de soltarse, pero le fue imposible—. No puedes estar cerca de una mujer durante los próximos dos años. Eso es un buen castigo para alguien como tú. Yo me quedaré aquí y tú puedes regresar a Grecia a resolver tus problemas.

—Me temo que las cosas no funcionan así —Lauren aflojó el abrazo, pero sólo para poder meterla en el coche que les esperaba—. Tú irás donde yo vaya. Así funciona el matrimonio. Unión.

Camila dio un grito ahogado y trató de salir del coche, pero las puertas estaban cerradas.

—Abre la puerta.

—El coche ya ha arrancado —señaló ella con delicadeza—. Si abro las puertas acabarás sufriendo un serio accidente, y no lo puedo permitir. No tengo tiempo para llevarte al hospital y que te curen. Te necesito, viva y de una pieza.

—¿Qué quieres decir con eso de que «me necesitas»? —preguntó, nerviosa.

—Lo que eso significa debería ser muy fácil de entender por alguien de tu inteligencia.

—Tú no puedes necesitarme.

—Me temo que la mujer que esté conmigo tiene que realizar ciertas funciones. Tengo muchas actividades entretenidas.

—Seguro que sí. Pero también estoy segura de que tienes empleados.

—Según el último recuento, sesenta mil repartidos por todo el mundo.

—Entonces estoy segura de que por lo menos alguno de ellos estará encantado de ayudarte.

—Sin duda, pero eso no está permitido, ¿no es así? —Dijo ella con un suave ronroneo—. Me hiciste firmar una cláusula en la que se me impide que me vean con otra mujer. El problema es que yo necesito una mujer en mi vida para satisfacer ciertas actividades vitales y la única mujer con la que puedo estar es contigo. Así que vas a tener que hacerlo.

—Cuando dices «ciertas actividades vitales», te refieres a la hospitalidad.

—Está claro que ésa es una necesidad —los ojos de Lauren brillaban peligrosamente—. Pero no es la principal.

—¿Y cuál es la principal?

—Aliviarme el estrés —Lauren se echó para atrás en el asiento, claramente divirtiéndose.

¿Estás diciendo que necesitas compañía femenina para relajarte?

—Estoy diciendo que necesito sexo para relajarme, agapi mu —dijo ella, aflojándose la corbata—. Cuanta más presión soporto en el trabajo, más sexo necesito y debo advertirte de que tengo unos acuerdos muy importantes llevándose a cabo en este momento.

Camila se quedó sin aliento debido a la impresión que le causó aquello. Había algo en la penetrante y  femenina mirada de Lauren que le hacía sentirse extraña por dentro. Nunca había conocido a una mujer tan abiertamente sexual como ella; le rodeaba una áurea.

El contrato prematrimonial te impide ver a otras mujeres.

—Lo sé —dijo ella, sonriéndole y quitándose la corbata—. Probablemente vas a acabar exhausta, pero yo estoy muy ocupada en el trabajo durante el día, así que seguramente podrás dormir mientras yo estoy en la oficina.

—¿Por qué debería yo dormir mientras tú estás en la oficina? —preguntó, helada.

Porque pretendo mantenerte despierta toda la noche —dijo ella con total naturalidad.

Estás diciendo que necesitas sexo… —a Camila se le aceleró el pulso—. Pero deberías haber pensado en ello antes de haberle roto el corazón a mi hermana.

—Tú deberías haber pensado en ello antes de haberme prohibido ver a otras mujeres, agapi mu. Yo no soy capaz de estar sin sexo. Así que voy a tener que apañármelas contigo.

—Estás bromeando —Camila dio un grito ahogado.

Yo nunca bromeo sobre el sexo. Me parece un asunto extremadamente importante. Sin sexo estoy increíblemente irritable. No te gustaría mi comportamiento.

—No me gustas ahora —dijo ella, que tenía el corazón revolucionado—. El propósito de este acuerdo era hacerte sufrir. Vas a tener que aprender a ser célibe.

—Desafortunadamente hay ciertas palabras que no aparecen en mi diccionario, y «célibe» es una de ellas. Tampoco soy muy buena con las palabras «fracaso» y «empobrecerse» y tengo muchos problemas con la palabra «no», aunque estoy tratando de mejorarlo en determinadas circunstancias. Por ejemplo, si me preguntas si puedo estar sin practicar sexo, la respuesta más definitiva es que «no».

Joyas del Corazon(Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora