Su mano alrededor de la mía parecía ofrecer seguridad, cariño, amor; sus ojos tan vivos y hermosos brillaban con la luz solar; sus labios rojos, carnosos, húmedos me incitaban a querer revivir y plantarle un beso sin demoras, pero dentro de mí todo parecía haber muerto, o por lo menos, encontrarse en un invierno cruel y atemorizante. Al llegar el autobús nuestras miradas se soltaron y ascendimos el transporte; recorrimos los veinte minutos del trayecto en un total silencio con las miradas perdidas, pero nuestras manos continuaron entrelazadas y me aferre a ese tacto para seguir respirando.
-Llegamos...- anunció en voz queda - bajemos...
La seguí entre calles frescas, entre sombras de personas, entre luces provenientes de algún punto en el cielo; seguí sus pasos ligeros y conforme avanzábamos mi mente iba haciéndose consciente, iba retomando la vida y el camino, iba retomando el fulgor y la lucidez. Ella sostenía mi mano suavemente, gentil y amable; de tanto en tanto me dirigía fugaces miradas e imperceptibles sonrisas. Caminamos un par de calles más, sorteando transeúntes despistados. Ella paró y me sonrió apretando suavemente mi mano.
-¿Te gusta el café?
-Me encanta.
-Entremos entonces.
No me había percatado del lugar que tenía enfrente; un edificio viejo, de muy bella arquitectura, albergaba lo que parecía ser una pequeña cafetería, un lugar el cual uno no repararía a menos de ir sin prisas y observando el entorno. El ambiente que resguardaban las puertas de hierro forjado ofrecían un grato calor hogareño, un lugar para compartir con amigos y familiares, para pasar el rato, para pensar, para leer, un lugar adecuado para esconderse del barullo propio de la gran ciudad.
Pedimos un par de tazas de café, nada más, no tenía hambre y parecía que ella tampoco; degustamos en silencio el líquido humeante y nos observamos tranquilamente.
-Gracias - dije después de algunos momentos en completo silencio.
-¿Por qué?
-Por... no se... esto... supongo.
-¿Qué es esto?
-Estar aquí... conmigo...
-No tienes que agradecer en lo absoluto. Necesitas un apoyo en estos momentos, y si yo puedo serlo, lo seré. Quiero que me consideres alguien en quien confiar.
-Gracias... - repetí un tanto avergonzada, como siempre que debo decir en voz alta mi sentir.
Ella sonrió cordial y continuó sumida en sus pensamientos, tanto así que me tomé la libertad de observarla detenidamente, pude recorrer cada contorno de su rostro descubriendo detalles con la mirada, pude aprenderme los pliegues que se formaban en las comisuras de sus labios, pude observar como sus ojos brillaban dependiendo de la cantidad de luz que llegaba al ver por la pequeña ventana, memoricé la forma en que se sentaba, despreocupada y suelta. Mi mente decidió ocupar el tiempo en ella, en su silueta y en sus colores. Olvidé por algunos instantes que mi corazón se iba quedando en cenizas, que por dentro la vida se consumía dejando a su paso caos y terrible destrucción.
El silencio era reconfortante, resultaba increíble poder estar ahí, alejadas del mundo, alejadas inclusive de nosotras mismas y a su vez tan conectadas con todo. Una extraña paz parecía querer abrirse paso por mis sentidos, sin embargo yo sabía que esto no sería del todo permanente, al salir por aquel portón forjado de la manera más hermosa, esta sensación tan apacible se quedaría aquí esperando que en algún momento regrese a reclamarla como mía, como mi fortaleza y mi entereza, pero se que si vuelvo, al salir será lo mismo cada vez que visite diplomáticamente a aquella falsa ilusión de alegría. Ella reparó en mi mirada lejana, reparó en mi manos crispadas alrededor de la taza, reparó en mis ojos vidriosos, reparó en mi corazón en cenizas; ella con su sutil mirar me regresó del mundo de ensueño y me depositó con delicadeza en el suelo otra vez.
Como cuando uno siente muy dentro que las piezas se acomodan, como cuando uno puede observar otros ojos y por fin ver su propio reflejo con claridad alejando las nubes de tormenta, como cuando el corazón renace como el ave fénix, como cuando uno puede volver a respirar.
Ella tomó mi mano y con sumo cuidado depositó un suave beso en mi fría piel que yo creía insensible, pero no, descubrí maravillada que aún podía sentir, que tal vez existía algo más para mi, que aquel sueño doloroso, aquella pesadilla estaba acabando y que tal vez podría ver la luz del sol brillar otra vez sobre mi cabeza, que tal vez mi sonrisa falsa, anclada con dolor y pesadez se convertiría en un gesto real, en un gesto agradable y sincero y que tal vez, solo tal vez, era ella lo que yo estaba buscando por tanto tiempo.
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Labios carmesí (lesb)
RomanceLa sociedad es dura y cerrada por lo que aceptar a alguien como Denisse es algo imposible, su vida es un infierno, con el corazón roto por el abandono de su primer amor, Denisse se siente perdida hasta que conoce a la hermosa Allison, sin embargo na...