Creo que cuando te hablé sobre el invierno del 71', no te dije toda la verdad. Durante ese tiempo, además de intentar equilibrar el trabajo, mi amiga, mi familia y mis sentimientos por Thomas, comencé a recibir postales de Joe.
Todo había comenzado el 25 de diciembre, al día siguiente de la fiesta de noche buena en casa de Hugo. Al despertar por la mañana, encontré junto a la puerta un pequeño sobre rosado, el cual tenía la dirección de la casa de Hugo y estaba firmada por J.C.. Al abrirla, me encontré con una postal en la que se veía una ladera verdosa y las ruinas de un viejo castillo, debajo se leía "Escocia", mientras que en la parte trasera me encontré con una nota: "Alice, feliz navidad. Te amo, Joe".
Cada semana comencé a recibir una nueva postal, con un nuevo paisaje. Mi amigo había decidido usar su tiempo y su dinero para recorrer Gran Bretaña de norte a sur en su amado auto. Me contó que necesitaba un tiempo para descubrir qué era lo que quería hacer de su vida, pero que yo debía estar tranquila, pues él estaba siendo más feliz que nunca.El alma me había vuelto al cuerpo, pues ahora estaba segura de que él estaba sano y salvo, sin embargo, le juré no decirle a nadie que habíamos tenido contacto, pues si su padre se enteraba de su ubicación, estaba perdido.
Fue por eso que, al tener frente a mí una nueva carta, no mostré sorpresa alguna, mientras que mi amiga intentaba procesar lo que estaba pasando.
En ella se leía:
Feliz cumpleaños atrasado, querida Alice. Lamento no haber estado aquí para abrazarte ese día, pero al menos puedo decirte que hoy sí lo estoy. Estoy de vuelta, tú eres la primera en saberlo, espero sepas guardar mi secreto pues todavía no quiero lidiar con la furia de mis padres.
Mi intención no era volver tan pronto, sin embargo, el día de tu cumpleaños se acercaba y yo no podía permitirme estar lejos de ti para celebrarlo. Te he traído un regalo especial, además de mis más sinceras disculpas. Si estás libre, podríamos encontrarnos cerca de la Iglesia, en la esquina de Vale y Queens Road, como cuando éramos niños, alrededor de las siete de la tarde. Espero que recibas esta carta a tiempo.
Siempre tuyo, Joe.
Amanda estaba apoyada sobre mi espalda con su cabeza entre mi hombro derecho y mi oreja, leyendo en voz alta conmigo. Al llegar al final, le fue inevitable quejarse.
—¡Ya me imaginaba! ¡Qué descaro! Aparecer justo ahora, en medio de todo esto... es como si supiera que...— mi amiga se detuvo justo antes de decir su nombre, pero ya era demasiado tarde. Con nudos en mi garganta, me negué a llorar otra vez. Sentí deseos de gritarle al cielo que este era un muy mal chiste, pero eso me hizo pensar aún más en Thomas, y las exactas palabras que me había dicho dos días atrás, entonces fue inevitable contenerlas. Amanda notó mi agonía inmediatamente, caminó delante de mí y me abrazó.
—Es mi mejor amigo, Am, quiero asegurarme de que esté bien, no quiero volver a perder a nadie más— dije entre sollozos, y no hizo falta decir nada más, pues ella lo entendió por completo.
A las siete menos diez, luego de un interminable día de trabajo en la tienda, me despedí de mi amiga y comencé a caminar en línea recta hacia la locación que Joe me había indicado. El sol brillaba con muy poca intensidad a esas horas, sin embargo, todavía podía sentir la calidez de su luz posada sobre mis hombros. En todo el camino me moví en silencio, a pesar de que mi mente repetía sin cesar las palabras de mi amiga. Sabía que era probable que Joe siguiera comportándose conmigo de la misma manera coqueta que siempre había tenido, y yo no me encontraba en una posición estable como para defenderme de sus ataques directos a mi pobre corazón. Debía mantener a Thomas en mi mente, no obstante, hacerlo me generaba un dolor insoportable. No había escapatoria, solo precaución.
ESTÁS LEYENDO
Nuestros acantilados blancos
RomanceAlice Crawford, una sombría mujer de cincuenta años, le ha escondido un secreto a su hija Catherine toda su vida. La historia sobre quién era su padre. Agobiada por la prisa del tiempo que la persigue desde que contrajo una enfermedad terminal, deci...