La distracción perfecta

La cita prohibida

EN EL CAPÍTULO ANTERIOR:"

Finalmente fuimos a la habitación y empezamos a prepararnos... (...)

(...)

Pau y yo quedamos en silencio esperando escuchar el sonido de la puerta cerrándose, al escucharlo empezamos a revolotear prendas de mi armario hasta dejar la cama llena de ropa hasta el punto de casi no ver las sabanas. Pau, que me conocía a la perfección, empezó a seleccionar modelitos y yo dejé que fuera haciendo pero con tan solo una condición.

— Paula, quiero ir mona, pero no lo exageres, no quiero ponerme como si fuera a una boda —Dije preocupada por su primera elección.

—Que sí, no te preocupes, tú déjame a mí que yo entiendo de esto —Decía mientras investigaba y decidía su próxima víctima de algodón.

Era verdad, si había alguien que me pudiera aconsejarme mejor sobre ropa era ella, porque siempre iba monísima, aunque tuviera que ir al campo, ella y sus tacones nunca se separaban. Íbamos probando de todo y nada me gustaba: camisas de colores, chaquetas, zapatos, accesorios. Nada me gustaba hasta que Pau dio con el modelito perfecto.

 —¡Lo tengo! —Dijo con tonalidades de cansancio y alboroto.

Me tiró las prendas, me vestí, ella me ayudo a colocar la ropa mientras yo intentaba verme en el espejo hasta que lo conseguí.

—Wow, Paula, me encanta ¿Cómo lo has hecho? ¿Esa camisa es mía? —Dije mientras tocaba la ropa.

—No, esa es mía, pero tranquila ya me la devolverás.

Al verme en el espejo descubrí una Judith preparada y segura de sí misma, empezando por arriba encontré un tacto suave y agradable a la piel; una chaqueta de cuero suavísima de color marrón claro preciosa, llevaba tanto tiempo en el armario que no me acordaba de obtener dicha chaqueta.

Debajo de la chaqueta hallé una camisa blanca con los dos primeros botones sensualmente desabrochados, estaba claro que esa camisa no era mía, estaba bien cuidada y sin una sola mancha.