El color de la traición

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El llanto de aquel nuevo ser inundaba la pulcra habitación que Mael compartía con su compañera de vida.

Caeli se había desmayado luego de dar a luz, dejando con incertidumbre a los arcángeles y a cierto demonio de cabellos plateados, pues aquella niña que había nacido ni siquiera compartía similitud con quien debiera ser su padre.

—¿Rosa? ¿Su cabello es rosa? —exclamó Ludociel, quien había sido el que la había recibido, pues él se había encargado de asistir durante el parto.

—Ella es linda así —dijo Mael, intentando no hacer caso de la creciente histeria de su hermano mayor.

Ludociel le entregó la recién nacida a Mael y enseguida Estarossa se acercó para mirarla mejor y ver por qué mierda el azabache estaba tan furioso. En cuanto se percató de la singularidad de los rasgos de ella, no pudo evitar cuestionar al arcángel albino al respecto.

—¿Lo sabías, verdad? —le preguntó el demonio a Mael, quien estaba derramando lágrimas en silencio, pues comprendía perfectamente que había estado esperando tontamente el nacimiento de la hija de alguien más.

Al arcángel le partía el corazón saber que todas esas bellas emociones que había tenido por el embarazo de Caeli ahora no significaran nada. Sólo se había hecho ilusiones creyendo que iba a convertirse en padre, que al fin tendría su propia familia y que alguien pequeñito lo llamaría "papá".

—No importa si ella no es mi hija… Yo haré lo que sea para cuidar de ella…

Ludociel frunció el ceño al escuchar a su hermano decir eso. No estaba conforme con su decisión, pues sentía que era una burla para su raza.

—No voy a aceptar esto —dijo el de cabellos negros antes de salir de la habitación con Nerobasta detrás de él.

—Sólo ignorálo —le susurró Estarossa al albino para darle consuelo, pero la verdad era que ni él mismo se sentía cómodo con la situación, también sentía enojo porque sabía que Cusack se había salido con la suya y eso era algo que no le perdonaría.

Esa tarde, Mael se quedó junto a Caeli en aquella habitación. La chica apenas había despertado y en cuanto se percató de las características singulares de su pequeña, se disculpó con el arcángel.

—Lo siento mucho —apenas pudo decir, mientras aguantaba las lágrimas. Caeli jamás imaginó que esa bebé fuera a ser producto de su anterior amorío y que eso le causaría un problema con su actual pareja y el hermano de este.

Mael sonrió amargamente mientras arrullaba a la niña, quien estaba dormida en ese momento.

—No había manera de saberlo —le dijo como consuelo y le entregó a la pequeña para que la conociera, porque ella era la única que no había podido verla debido al desmayo que había sufrido.

—Es idéntica a él —dijo con un susurro totalmente sorprendida.

—Sí —dijo Mael en voz baja, intentando no verse tan afectado, pero joder, él moría por dentro y estaba completamente devastado, pero no quería reprochar nada, sabía que no era el momento y que eso ya no importaba a esas alturas.

—¡Cusack, maldito bastardo asqueroso! —exclamó Estarossa en cuanto llegó al castillo de su padre y se encontró al Segador Dormilón, quien lo miró con extrañeza, pues no sabía por qué le hablaba así.

—¿Qué quieres, lunático de mierda? —espetó el demonio igual de descortés.

—¡Quiero tu puta cabeza! —le respondió el albino.

—¿De verdad? Pues anda, dale un besito o una chupada, acabo de tomar una ducha de todos modos —dijo burlón, refiriéndose a la cabeza de su pene.

—Muy gracioso, hijo de perra —murmuró indignado ante su albur —Eres una maldita escoria, ¿cómo te atreviste a tocarla? ¿cómo te atreviste a embarazarla? —bufó el albino, mientras apretaba sus puños conteniendo la rabia.

—¿Disculpa? —el pelirosa estaba totalmente confundido.

—¡No te hagas el que no sabe! —con paso veloz se aproximó a él y lo tomó del cuello con fuerza, levantándolo unos cuantos centímetros del suelo. Cusack colocó sus manos sobre las empuñaduras de sus espadas, con la intención de atacarlo si era necesario, pero sorpresivamente Estarossa aflojó su agarre y suavizó su voz, la cual ahora se escuchaba bajita y entrecortada.

—¿Cómo pudiste acostarte con mi hija? —le preguntó, con el corazón roto y abatido —¿Por qué alguien como tú se atrevió a plantar su semilla en ella? —los ojos del albino estaban cubiertos de lágrimas y Cusack se sorprendió al verlo tan afectado.

—Sí, lo admito… Me acosté con Caeli pero… ¿Embarazarla? eso es imposible… Yo soy muy viejo para… —el demonio longevo fue interrumpido de tajo, mientras Estarossa le quitaba las manos del cuello y sus pies tocaban el suelo nuevamente.

—No es un error, es cierto… Ella es igual a ti, incluso posee esas malditas flechas de oscuridad debajo de su ojo izquierdo —las lágrimas de Estarossa no dejaban de caer —Incluso los arcángeles están sorprendidos por ello. Mael ni siquiera puede creer que esa pequeña no sea de su sangre… Él… Él estaba muy emocionado por el nacimiento de esa bebé, pero al ver que no llevaba su sangre, no pudo evitar sentirse traicionado…

—Lo lamento —murmuró el pelirosa con un suspiro profundo y pesado —Iré allá, me haré cargo de la bebé. Si es mi hija entonces yo debo criarla y no causarles molestias a Mael y a los demás arcángeles con su presencia.

Y tras esas palabras, Estarossa dejó ir a Cusack, quien no podía creer que se había convertido en padre en tan poco tiempo. Sentía algo de incertidumbre por dentro, pero a la vez estaba contento, pues el tener una hija lo haría sentirse útil de nuevo.

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Me cuesta mucho despedirme de este fic, pues en verdad le agarré mucho cariño, pero ya es hora de que tenga un final apropiado y por ello quiero informarles que la siguiente actualización será el tan esperado final y seguido de ello estaré publicando un capítulo especial dedicado a la hija de Cusack y Caeli.

Gracias por todo el apoyo hasta ahora🧡

An Airad

Save me MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora