Amor prohibido

577 43 14
                                    

Era ya tarde cuando mi padre había salido junto a los demás mandamientos a una misión importante en el mundo humano. Me había recalcado demasiado que no saliera como solía hacerlo, en realidad iba a obedecerlo, pues planeaba irme a dormir temprano ya que no había nada interesante qué hacer.

En verdad me gustaba como me estaba yendo últimamente y la felicidad que se desbordaba en casa era agradable, no quería que nada de eso cambiara. Pero sabía que tarde o temprano mi estupidez y mis fuertes impulsos me ganarían como siempre. Entonces, en medio de toda aquella paz mental que sentía, todo se derrumbó al llegar de golpe el recuerdo de esa mirada penetrante y toda esa pureza aunada a su aura celestial. La cabeza me daba vueltas con solo revivir los pocos momentos en los que había estado con él. El inmenso deseo de verle crecía a cada minuto que pasaba. Para ser honesta, pude haberme vuelto loca si no hubiese hecho caso a mis fuertes deseos.

Allá afuera el ambiente se sentía acogedor, la luna estaba en lo alto al igual que mis bobas expectativas de verme con aquel maldito arcángel engreído. En cierta forma lo odiaba por lo desalmado que era conmigo y por humillarme cada vez que lo veía, pero muy en el fondo de mi ser, lo quería. Era un enfermo deseo por ser suya el que me estaba consumiendo de a poco. Debía estar tan mal de la cabeza como para creer que él se fijaría en mí; una débil chica demonio sin expectativas, ni poderes. En verdad que era una pobre simplona nada más.

Mael, Mael y más Mael era lo único que tenía en la mente y estaba dispuesta a hacer lo imposible por encontrarlo, aunque me costara una paliza y otra vez quedara en coma, pero iría a verlo. ¡Diantres! ¿Cuan loca debía estar como para poner mi vida en riesgo por el amor de un arcángel? Quizá más que amor, era solamente una obsesión derivada de la admiración que sentía por lo poderoso que era, un desenfrenado deseo por tenerlo sin importar nada.

En cuanto llegué a aquel lugar comencé a vaguear con la esperanza de encontrarlo, la verdad es que aquel bosque donde él vivía no era otro más que el bosque del reino de las hadas, ambas razas se llevaban tan bien que convivían plácidamente sin problema alguno. Aunque las veces en las que yo había estado allí jamás había visto a ninguno de esos seres pequeñitos. Tal vez solo esa zona era exclusiva para el clan de las diosas.

Suspiré hondo, cansada de caminar y volar por largo rato por la densa vegetación. Aún tenía estragos de aquella pasada batalla fallida y gracias a ello mi cuerpo me estaba limitando la búsqueda, así que tan pronto hube encontrado un buen sitio para descansar, me acurruqué a mis anchas en las raíces salientes de un gran árbol. No era del todo cómodo, pero al menos podía recostarme y estirar mi cuerpo como si estuviera en mi cama. Cerré los ojos tan solo un instante y de pronto alguien apareció.

—¿Qué haces aquí? Sabes perfectamente que no eres digna de venir a este lugar y ni siquiera de volar por estas tierras —me dijo de repente una poderosa voz que hizo estremecer cada parte de mi cuerpo.

—¡Mael! —espeté asustada y de un salto me puse de pie.

—No digas mi nombre como si fuéramos cercanos —contestó molesto y sacó una espada alada que portaba por el costado de su pierna izquierda y la puso frente a mí a modo de amenaza —¿A qué has venido ahora? ¿No tuviste suficiente con la última vez? ¿Cuántas veces más tendré que golpearte para que entiendas que no eres rival para mí? —me miró con fastidio.

—Yo no vine a pelear esta vez, solo vine a hablar contigo. Sobre algo… importante —agaché la cabeza apenada por lo que estaba a punto de decirle.

—¿Importante? ¿Qué cosa tan importante es la que ha venido a decirme una chica de la clase más baja y nefasta que pueda existir en este mundo? —su fuerte voz me hizo temblar y me sentí tan nerviosa como jamás había estado, bajó el arma de manera rápida y agresiva para intimidarme, lo que me hizo dudar un poco y quedarme en silencio —Si no te das prisa te asesinaré, así que dímelo de una vez —algo en mi pecho parecía que iba a estallar si no le decía el motivo de mi llegada, ¿acaso era tan difícil decirlo? Debía armarme de valor y hacerlo cuanto antes, aunque su actitud violenta me aterraba muchísimo.

Save me MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora