La gran tonta

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Mi cabello se movía con la gélida corriente de aire invernal, el basto cielo nocturno me acompañaba en mi improvisado vuelo. Amaba hacer paseos en las noches y esta sin duda era especial. No iba por gusto ni nada por el estilo, iba con la ilusión de encontrarme con aquel bastardo engreído para encararlo nuevamente. Quería que viera que yo seguía con vida y a mis puños que estaban deseosos de golpear su hermoso y delicado rostro angelical. Odiaba la idea de no poder sacarlo de mis pensamientos. Ese jodido arcángel me cabreaba y a la vez me excitaba. Era una rara sensación que él me provocaba, en verdad estaba deseosa de verle. ¿Qué diantres me sucedía? Quizá el golpe me había atontado. Sí, debía ser eso.

En cuanto hube llegado a aquel lugar donde todo lucía bello y apacible, me las arreglé para desaparecer mi poder mágico, lo cual era más fácil para mí, debido a mi bajo rango. En cuanto me adentré a aquel lugar, descendí en una paraje solitario y silencioso, donde parecía no haber señales de vida. Caminé unos minutos cautelosamente por debajo de las sombras de los árboles, tratando de intuir el lugar donde podría estar ese malnacido.

-Fue una tontería de mi parte el venir aquí -pensé y en cuanto iba a retirarme sentí de inmediato justo detrás de mí un poder abrumador, lo suficientemente molesto como para erizarme la piel, hacerme temblar y paralizarme del miedo.

-¿Qué haces aquí, demonio? ¿no tuviste suficiente con lo de la otra noche? -dijo en tono burlón aquel ser superior que estaba a mis espaldas.

-No, no tuve suficiente -afirmé y me di la media vuelta para toparme con su sereno rostro, el cual tenía una sonrisa forzada.

-Se ve que tienes pelotas, chica -rio divertido acercándose a mí lo suficiente como para intimidarme y sentir su aliento revolverse con el mío. El embriagante aroma a vainilla de su cabello recién lavado golpeaba mis fosas nasales provocándome un profundo suspiro por su atrayente fragancia dulzona. Hasta ese momento, no había imaginado que un hombre pudiera oler tan bien como él. Sin duda, él me estaba impresionando cada vez más.

-Iré directo al grano -dije intentando sonar ruda -tú y yo tenemos una pelea pendiente.

-¿En serio? -rio -¿Tantas ganas tienes de morir, demonio? -ladeó una sonrisa y me miró esperando por mi respuesta.

-Bastardo -murmuré ofendida -Escúchame bien, pedazo de basura, mi nombre es Caeli, hija de uno de los diez mandamientos; de Estarossa del Amor. No te atrevas a olvidar mi nombre, porque seré yo quien acabe contigo -pronto el arcángel soltó una risita.

-En verdad eres muy graciosa -posó su mano sobre mi mejilla acariciándola levemente dejando en mi piel un ligero cosquilleo y enseguida acercó su rostro a mi cuello -es una pena que seas mi enemiga -musitó a mi oído provocando que me estremeciera al escuchar su voz en un tono sensual al tenerlo de esa manera. Cerré los ojos esperando a que se apartara de mí, pero en lugar de eso recibí un fuerte puñetazo en el abdomen.

-¡Ah! -me quejé y caí de rodillas ante el inesperado golpe.

-¿Venías a esto no? -aseveró mientras se arrodillaba para quedar a mi altura -la verdad es que no me importa que seas una chica, yo no mostraré compasión con ningún demonio.

-No quiero tu compasión, maldito -dije y le escupí la cara, a lo que él reaccionó dándome una feroz patada enviándome al instante lejos de él.

-No me importaría mancharme de tu sucia sangre con tal de verte muerta ahora mismo -caminó hacia mí y presionó uno de sus pies contra mi pecho imposibilitándome la respiración -serás una molestia si te dejo escapar con vida -siguió ejerciendo presión en mi pecho provocando que abundante sangre saliera por la comisura de mis labios

-Estás equivocado si piensas que me dejaré asesinar tan fácilmente -dije tratando de levantarme del frio suelo con dificultad ante el peso de su pie y sin pensarlo usé mi Hellblaze contra él logrando que se sorprendiera y se apartara de mí confundido.

Save me MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora