El misterio que hay en ti

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Narra Caeli

Al fin era libre y ya me encontraba nuevamente en la habitación de Cusack. Una extraña sensación de felicidad invadió mi mente, pues al fin podía estar con él como tanto había deseado en esos crueles días de mi confinamiento. Había sufrido bastante por culpa de mi padre, se había aprovechado de mí tantas veces y comenzaba a sentir asco de mí misma por dejarme mancillar todo el tiempo que el quería. Cusack me había dicho que ya no tenía porqué preocuparme, con él estaría a salvo y no intentaría hacerme algo que yo no quisiera, pero la verdad es que yo ansiaba que muchas cosas obscenas sucedieran entre nosotros.

Como estaba algo agotada enseguida me lancé a la cama para disfrutar la suavidad de esta y estiré mi cuerpo para relajarme un poco. Extrañamente me sentía debilitada, era algo que últimamente notaba en mi cuerpo. Creo que eso había empezado a sucederme después de mi primera relación sexual con 'Rossa. Quería preguntarle a Cusack al respecto de mi pequeño problema, pero consideré que no era necesario, porque tal vez eso les pasaba a todos.

—Me alegra tanto que estés aquí —me dijo Cusack, quien había entrado a la habitación con una bandeja repleta de comida.

—A mí también. Sabes, extrañaba sentir la libertad —le contesté, tomando un pequeño panecillo.

—Estarossa siempre ha sido tan extremista —colocó la bandeja encima de una mesita contigua a la cama.

—Sí, eso siempre me hacía sentir triste. Quizá él es así porque soy una completa inútil —murmuré cabizbaja, terminando de comer el pequeño pan dulce.

—No lo eres. Cada demonio en el purgatorio tiene un propósito, pero quizá tú aún no has encontrado el tuyo —sus palabras me reconfortaron un poco, pues eso era realmente lo que necesitaba escuchar de alguien.

—Quizá mi propósito es estar a tu lado —bromeé y me levanté de la cama para pronto lanzarme a sus brazos, los cuales me hacían sentir protegida y querida. Cada que él me abrazaba mi cuerpo se sentía tan bien, nunca imaginé que un simple abrazo pudiera darme tanta paz.

Cusack me envolvió con su calidez. Su cuerpo tenía ese calor agradable del que deseabas no apartarte ni un segundo. Su cercanía me hacía vibrar demasiado y un ligero cosquilleo se hizo presente en varias zonas de mi cuerpo. Sí, ese dulce abrazo sin ninguna pizca de obscenidad empezaba a excitarme demasiado.

—Es increíble, ¿no lo crees?

—¿Por qué? —le pregunté tan pronto dijo aquello.

—Porque ambos somos muy diferentes. Además, soy demasiado viejo. Nunca esperé que una jovencita se mostrara interesada en mí —explicó un poco avergonzado por los años que ya tenía encima.

—Bueno, no es como si tu edad se notara mucho y si así fuera tampoco me importaría. Tienes todas las características del demonio de mis sueños y me siento bastante atraída hacia ti... —lo tomé del rostro con ambas manos, por suerte él se había inclinado un poco para facilitarme la tarea.

—Entonces debo sentirme alagado—me tumbó hacia la cama y se puso encima de mí, aprisionándome con su musculoso cuerpo en su suave colchón.

—Por supuesto, porque eres más que perfecto —deposité un corto beso en sus labios imposibilitándole el poder articular palabra alguna —Hazme el amor, Cusack —le susurré al oído mientras atrapaba su torso con mis piernas.

—¿En verdad quieres que lo haga? —me preguntó juguetón, como si pensara que quizá podría arrepentirme de eso.

—Sí, estoy completamente segura de que eso quiero. Cada parte de mí te desea —le dije al oído y él comenzó a besar mis labios nuevamente.

Save me MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora