Lo que tú sabes +18

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Narra Zeldris

A paso veloz y con la ira desbordando entre mis puños, me dirigí a la habitación de mi hermano, la cual se encontraba algo lejana al punto donde me había reunido con los demás mandamientos.

En cuanto llegué a aquel sitio, enseguida pude escuchar los sucios gemidos de Meláscula. Eran tan fuertes que, parecía que Estarossa la estaba torturando cruelmente y bueno, probablemente en verdad lo hacía, pero por lo que él mismo decía, eso le causaba mucho placer a esa desquiciada mujer.

Como el asunto de proteger y vigilar los alrededores del castillo era mucho más importante que una puta sesión de sexo salvaje, de una patada derribé la puerta de mi hermano y me adentré a su habitación lléndome directamente hacia su recámara, donde pude contemplar mejor la escena. Estarossa tenía en cuatro a Meláscula; con una de sus manos la sostenía de la cadera y con la otra sometía su cabeza contra el colchón.

—Imaginé que estarías ocupado —espeté, sin despegarles la vista de encima.

—Oh hermano, ya te es costumbre interrumpirme cuando tengo sexo... Eso se me está haciendo muy extraño... ¿Acaso quieres aprender de tu hermano mayor? —dijo con una risita burlona, de esas que tanto me hacían enfadar.

—Jódete —fruncí el ceño y le mostré el dedo medio —No vine a que me enseñaras a coger —un ligero calor se apoderó de mi rostro.

—¿Ah no? ¿Entonces? —fingió que no sabía.

—Padre quiere que montemos guardia —respondí.

—¿Montarse en Meláscula cuenta? —rio y le dio una nalgada a la chica.

—¡No, idiota! —exclamé, avergonzado por su inesperada respuesta.

—¡Mierda! Entonces al menos deja que me corra —se quejó.

—Está bien —murmuré impaciente, observando las guarradas que hacía.

—¡Ah! —Meláscula pegó un grito ahogado tratando de tomar algo de aire, pues mi hermano seguía presionando su cabeza.

—¿A las mujeres les gusta eso? —señalé desconcertado.

—Sí, a Mela le encanta. ¿Verdad, preciosa? —la tomó del cabello para después besarla y pude notar que su rostro estaba bastante enrojecido.

<<Puto Estarossa, pudo haberla asfixiado>>, pensé —Lo tomaré en cuenta —murmuré avergonzado, mirando la forma tan obscena en la que ellos jugaban con sus lenguas.

A veces, mirar a Estarossa haciendo ese tipo de obscenidades me hacía aprender cosas nuevas. Aunque me hacía sentir raro el hecho de que a él no le molestara que yo estuviera presente. A decir verdad, yo también me había acostumbrado a verlo de esa manera, así que no era nada nuevo para mí el verlo desnudo y tener conocimiento de cómo era cada parte de su cuerpo.

—Algún día tú y Gelda deberían acompañarnos —espetó, sacándome de mis pensamientos.

—No creo que ella esté de acuerdo con eso —contesté, imaginándome la escena de todas formas, olvidándome por completo de la molesta orden de mi padre.

—¡Ah! ¡Mi culo! —se quejó Meláscula, mostrando su larga lengua repentinamente.

—Pero que mie... ¿Se la metiste por detrás? —pregunté impresionado y considerablemente ruborizado.

—Por supuesto, eso la prende demasiado —respondió sonriente sin dejar de moverse.

—¡Sí! ¡Tu hermano me vuelve loca! ¡Es un experto en esto! —afirmó y por la expresión en su rostro pude notar que en verdad era cierto.

Save me MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora