Especial: Culpable

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Narra Meliodas

Miré a Merlín detenidamente mientras ella buscaba con rapidez alguna página importante en aquel libro grueso que sostenía entre sus manos y luego de unos eternos segundos lo volteó hacia mí para que yo leyera un par de líneas que se encontraban subrayadas con un tono fosforescente.

Mis ojos se abrieron de par en par casi enseguida. No podía siquiera asimilar lo que estaba leyendo, pues aquel aparentemente inofensivo texto subrayado de un color anaranjado, estaba lleno de connotaciones sexuales, y en cuanto hube terminado de leerlo, mi mirada se volvió a Merlín, quien tenía una tenue sonrisa en los labios.

—¿Es una broma verdad? Ella no puede ser un... súcubo —apenas pude articular, pues mi voz se escuchó entrecortada por la impresión.

—No es una broma, es la mera realidad —respondió, cerrando el libro, devolviéndolo a su respectivo estante.

Mi vista se fijó en el inerte cuerpo de Caeli por un pequeño espacio de tiempo y luego volví a hablar.

—Merlín —mi voz se escuchó un poco tosca y enseguida me aclaré la garganta —yo no puedo hacer lo que dice el libro. No estoy dispuesto a aprovecharme de Caeli, menos en el estado en el que se encuentra. Además no puedo fallarle a Elizabeth —respondí avergonzado, a lo que Merlín soltó una risita.

—No sea bobo, capitán. El culpable es quien debe tomar esa responsabilidad y es obvio que usted no lo es —manifestó —Pero he allí otro problema, no estoy segura de quién lo hizo y mientras no lo sepa, no podré hacer nada al respecto —suspiró exasperada.

—Quizá algún hechizo tuyo pueda plasmar la imagen de esa persona que está en sus pensamientos —sugerí.

—Ahora que lo recuerdo, creo que tengo algunos libros que tratan sobre eso —la maga pronto comenzó a buscarlos en uno de los atiborrados estantes cercanos a ella.

—Me alegra que sea así —suspiré alivianado —Bueno, iré con los demás. Les contaré que Caeli se encuentra un poco mejor, solo que... no mencionaré lo de su verdadera naturaleza.

—Como desee capitán —contestó ella, ocupada con un par de cosas en las manos.

Tan pronto salí de allí, descendí rápidamente por las escaleras y me encontré a todos justo en medio de la cena, mientras que en el ambiente rondaba un agradable aroma a comida recién hecha.

—¡Vamos, cerdos dense prisa porque me quiero comer sus sobras también! —exclamó Hawk animado, pasando por un lado mío.

—Perdón por hacerlo esperar, maestro. ¡Aquí está su cena! —dijo el pecado de la avaricia, con una sonrisa enorme.

—¡Vaya, ya era hora! —exclamó el cerdo feliz, comenzando a devorar la gran plasta colorida en su plato.

—¡Esto está delicioso, Ban! —escuché decir a Diane y a King al unísono, embelesados probando un postre de frutos rojos.

—¡Oigan eso no es justo, empezaron sin mí! —hice un puchero en cuanto me aproximé a ellos.

—¡Eso te pasa por tardar tanto, capitán! —contestó Ban usando su típico tono cantarín.

—¡Cielos! Sabían que estaría ocupado viendo el estado de mi pequeña sobrina —respondí, mientras me acercaba a la barra donde mi compañero y mejor amigo terminaba de ordenar algunos utensilios que había usado.

—¿Qué? ¿Esa chica es tu sobrina? —dijeron todos al mismo tiempo, luego de procesar aquella noticia.

—Creí que lo sabían —respondí, mientras alisaba uno de mis rubios mechones de cabello.

Save me MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora