Perdiste corazón

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Habían pasado ya largas semanas desde aquel día en el que fui rechazada por Mael, la vergüenza y el arrepentimiento se habían apoderado de mi vida. Guardaba en mi interior una incómoda decepción amorosa, algo que me sofocaba cada que llegaba ese recuerdo de golpe a mi mente, interrumpiendo los pocos momentos felices que tenía, arruinando mi paz mental de la peor forma posible. Estaba cansada de lidiar con lo mismo día tras día tratando de lucir lo mejor posible. Mostrando una falsa sonrisa a todo aquel que me viera y aunque recibiera todo el apoyo de mi padre y mi tío Zeldris, nada de eso lograba cambiar nada. Todo en mí me decía que aquel momento terrible jamás se me borraría de la memoria. El sentimiento indescriptible de amor-odio hacia ese arcángel me tenía incómoda. Quería creer que mis sentimientos desaparecerían con el paso del tiempo, que todo ese caos se arreglaría y que las cosas volverían a la normalidad, pero estaba equivocada. Incluso ya me sentía avergonzada al hablar con ellos una y otra vez del tema, pero no tenía opción puesto que eran los únicos que lo sabían. Ni siquiera me había atrevido a verle la cara a Cusack, sentía que si me veía en este estado deplorable sentiría lástima por mí y eso era algo que no quería.

—Al fin te encuentro —me dijo una voz masculina de repente —¿qué has estado haciendo en toda la mañana? Ni siquiera te comiste el desayuno.

—Lo siento papá, he estado aquí contemplando el horizonte, además no he tenido hambre —expresé con tristeza, sentada en el borde del techo de la torre donde yo vivía.

—¿Qué sucede contigo, Caeli? Te he visto tan apagada últimamente —preguntó mi padre preocupado sentándose a mi lado —¿acaso es por aquel bastardo? —solo asentí ante su última pregunta y él rápidamente rodeó mi cintura con su brazo izquierdo. El calor de su cuerpo pronto me hizo estremecer, algo en mi mente se removió en cuanto caí en cuenta que a quien tenía a mi lado era uno de los demonios más poderosos del purgatorio. Él no era cualquier cosa. Y por si no fuera poco, pertenecía a los diez mandamientos. Asimismo, él era el más atractivo de todo el purgatorio, además de Cusack, quien le asegundaba al poseer rasgos finos y delicados.

El cabello plateado de Estarossa se ondeaba con la refrescante brisa del viento, mientras mi mente divagaba por su masculina belleza. En el poco tiempo que mi padre tenía de haber llegado en ese rato, yo había visto y recordado tantos detalles sobre él. También había recordado, que él había sido el primero en rechazarme por la sencilla razón de que él solo me veía como a una hija, eso me hizo poner los pies sobre la tierra nuevamente. Lo que ocasionó que dejara de fantasear tontamente con él. Ya había quedado demasiado claro que Rossa no quería nada conmigo y que tal vez nunca me vería como algo más.

—¿Por qué el amor duele? —dije de repente, esperando una buena respuesta de su parte.

—Duele porque te ilusionas con algo que solo tú crees que sucederá —expresó el albino con un tono de voz tranquilo pero amargo.

—Pero yo ya sabía que él no me aceptaría —admití y él me miró sorprendido, realmente parecía que hablaba tanto de él como de Mael. ¿Estarossa habría notado eso? Quizá no.

—¿Entonces por qué se lo dijiste? —en su rostro pronto se reflejó preocupación, molestia y ¿celos?

—Porque quería que supiera que alguien lo ama —una fría lágrima resbaló por mi mejilla. Por ambos había tenido el mismo sentimiento, más ninguno me había correspondido —pero nunca esperé que él fuera tan cruel conmigo. No mostró compasión en ningún momento.

—Bueno, eso era de esperarse. Después de todo, él es un guerrero y no debe mostrar piedad ante sus enemigos, mucho menos tratar de comprender sus sentimientos y empatizar con ellos —hizo una breve pausa —Escucha Caeli, la vida está llena de decepciones. No dejes que eso te tenga atrapada de por vida, haz que la linda chica entusiasta salga de ese hoyo depresivo en el que está hundida. No remedias nada con llorar, al contrario, aumentas tu dolor —sus palabras me dejaron atónita, no podía creer que él me dijera algo tan profundo y conmovedor como eso, agaché la mirada enseguida, pensando que tenía toda la razón. ¿Podía ser posible que esas palabras salieran desde lo más profundo de su ser? ¿o simplemente estaba siendo amable para que yo me reanimara y dejara de ser una carga para él? Después de todo, yo era pequeña e insignificante a su lado, de vez en cuando pensaba en una sola cosa: ¿cómo había sido posible que uno de los hijos del rey demonio se apiadara de un ser tan insignificante como yo?

Save me MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora