🐾PRÓLOGO🐾

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—¡No quiero estar contigo, Chat Noir! ¡Entiende que no haces más que entorpecer las misiones con tus inútiles coqueteos!

Cada una de las palabras soltadas por la heroína moteada se clavaron como un puñal en el corazón del rubio.

Ladybug se encontraba cansada de endulzar sus rechazos. Luego de dos años luchando a la par, era hora de que el héroe parisino entendiese que ella no estaba y no estaría nunca interesada en él; era hora de que bajase los brazos y dejase de intentar, su corazón ya le pertenecía a alguien más.

My lady... —intento decir con su último aliento.

—¡Y tampoco me llames así! ¡Soy Ladybug, no tu lady!

Sin esperar un segundo más, sacó su yoyo y partió en dirección a su hogar, dejando a un destrozado joven a sus espaldas. La moteada había logrado quebrar aquello que todos los golpes dados por un akumatizado no lograrían ni rozar; había logrado romper aquello que ni su propio poder podría restaurar: el corazón de su compañero. Lo había tirado y pisoteado de todas las formas posibles antes de marcharse como si sus acciones solo hubiesen constado en sacar la basura.

Chat Noir quedó congelado, viendo como la chica que tanto amaba se marchaba. Poco a poco su vista se fue difuminando, las lágrimas inundaban sus ojos y fue cuestión de segundos para que las mismas bañasen sus mejillas.

Ella ya había dicho su último querer, nunca lo tomaría como una opción.

La noche parecía acompañar en el sentimiento al héroe parisino, la luna se encontraba cubierta de densas nubes grises y no pasó mucho tiempo hasta que estas comenzaron a descargar sobre las calles de París. 

El cielo había decidido llorar junto al joven de melena dorada.

Sin quedarle más por hacer o decir, decidió volver a casa sin ganas. La lluvia nublaba su vista, o tal vez eran sus propias lágrimas, después de todo ambas opciones serían factibles.

Ante su falta de visión, no noto la apertura entre dos tejados, cayendo en un callejón. Su mente ni siquiera quiso intentar detener el impacto, solo sucumbió hasta que acabó desplomado en un basurero cuyas bolsas amortiguaron el golpe.

Las gotas golpeando con fuerza en el cemento y sus sollozos era lo único que se escuchaba en aquel callejón. Ya no le importaba enfermarse, ya no le importaba volver a casa. Se encontraba donde pertenecía, junto a la basura. Así lo había hecho sentir su lady.

¡Entiende que no haces más que entorpecer las misiones con tus inútiles coqueteos!

Aquella dulce voz se repitió con fuerza en cada rincón de su mente, acabando por romper cualquier pieza que pudiese haber sobrevivido a la catástrofe.

Chat Noir llevaba más de dos años luchando por el corazón de la heroína. Más de dos años entregando todo su amor, sin conseguir nada a cambio. Así que sí, se lo merecía. Ella fue clara desde el principio y él fue el iluso que quiso mantener las esperanzas.

Ella era perfecta, era sabido que nunca caería en los encantos de un gato con mala suerte.

Giró su cuerpo hacia uno de los costados y acabó por caerse del contenedor, pero no tuvo la fuerza necesaria para levantarse y dirigirse a su casa.

—¿Hola? —Una joven se encontraba en la entrada de aquel oscuro callejón. Decir que no tenía miedo sería mentir, sin embargo, había escuchado el golpe que dio el cuerpo del héroe al estamparse contra el suelo y la culpa la perseguiría de por vida si hubiese seguido de largo, ignorando a una persona que posiblemente necesitase ayuda—. ¿Hay alguien?

Para la chica que sanó mi corazón | Adrien Agreste y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora