Ninguno de los dos había cumplido.
Ni Adrien ni Marinette habían confesado sus sentimientos. Y es que, prometerlo en un ataque de valentía, no es igual que llegada la hora de llevar a cabo lo dicho.
—Y-yo... T-tú... Gustar...
—Marinette, ¿Te encuentras bien? —pregunto el rubio confundido. Era la sexta vez en el día que la chica se le acercaba para decirle algo. Pero cada vez que abría la boca, lo único que recibía de su parte eran balbuceos.
La campana sonó, indicando el final del receso y, con eso, también el sexto intento diario de la de coletas por confesar sus sentimientos.
—¿Escucharon eso, chicos? ¡Hora de entrar a clases! —Nino apareció de la nada rodeando los hombros de Adrien con su brazo y obligandolo a caminar al aula.
El de gorra estaba nervioso. El día anterior había cometido un error, un error enorme. Alya sabía muy bien qué decir y hacer para que hablara. Se sentía muy culpable, tanto que no había podido confesarle a nadie lo que había pasado.
—Nino, ¿sabes si le pasa algo a Marinette? Ha estado actuando más extraña de lo normal —hablo el rubio pensando en qué podría sucederle a la de coletas.
Su amigo lo miro de reojo y se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa nerviosa, evitando gritarle en la cara que la azabache llevaba enamorada de él años y estaba intentando confesarse.
—No sé, hermano, ya sabes como es Marinette, todo un enigma —contesto sentandose en su lugar como un robot.
El rubio frunció el ceño, notando el extraño comportamiento de su amigo. Se sentó a su lado y antes de poder preguntarle qué le sucedía, Alya y Marinette entraron al aula provocando un grito ahogado por parte del de lentes.
—Y-yo... Eh-ah... Baño... Tortuga —Los tres miraron confundidos a la puerta del salón, lugar por el que Nino había salido corriendo.
La castaña volteó hacia el rubio y se acercó a su asiento.
—¿Sabes qué tiene Nino? —pregunto sin entender el comportamiento de su novio.
—Estaba por preguntarte lo mismo —respondio sin apartar la mirada de la puerta.
Adrien se paró para seguir el camino de su amigo, pero la profesora Bustier entro en ese mismo momento, ordenando a todos tomar su lugar.
El rubio suspiro rendido y obedeció a la mayor, esperando que su amigo se encontrase bien.
🐾
No podía creerlo. La culpa carcomía su ser, pero Alya lo había puesto contra la espada y la pared. ¿Qué hubiera hecho el resto en su lugar?
No sentía haber tenido otra opción. Si bien existía otro camino, en ambos alguien saldría lastimado y odiaba tener que elegir si jugar con la confianza de su mejor amigo o con la de su novia.
—¿Hola?
Nino levanto la vista con rapidez, quedando como piedra al ver a _____ frente a él, reclinada hacia delante para poder acercarse a su altura.
—¿Te encuentras bien? —Volvio a hablar la latina, preocupada por ver al chico hecho un ovillo en uno de los rincones del área de casilleros.
—Y-yo... —No encontraba las palabras para hablarle. Los nervios y la culpa se arremolinaban en su interior, causando un nudo en su garganta.
Bajo la vista con tristeza, recordando que ella se veía involucrada en el error que había cometido el día anterior. ¿Había hecho bien?
—Soy _____ —se presento sentandose a su lado, sorprendiendo al de gorra que pensaba que, al ver su negativa de hablar, se marcharía—. No sé que te pudo haber pasado, pero si necesitas hablar con alguien que no te juzgue, aquí estoy. Después de todo no puedo juzgarte al no conocerte —hablo con el tono propio de una mamá.
ESTÁS LEYENDO
Para la chica que sanó mi corazón | Adrien Agreste y tú
FanfictionLuego de otro rechazo por parte de Ladybug, Chat Noir queda destrozado en una de las calles parisinas, sin esperar que una dulce señorita se acerque a consolarlo. Antes de incluso darse cuenta la noche había terminado y el héroe gatuno estaba dispue...