Capítulo 26. El tercer clavo (parte 2).

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―¿Pero dónde puede estar entonces? ―Joe sonaba desesperado, tenía el rostro ruborizado―. El pobrecito ha de estar...

―Tranquilízate maldita sea, piensa Joe ¿no se te ocurre en donde podrían estar? ―Tony trataba de mantener la calma mientras manejaban por la ciudad a gran velocidad tratando de hallar algún indicio del paradero de Dante―. Hay algo que me deja pensativo... ―Tony se tomó la barbilla, pero luego volvió a poner ambas manos sobre el volante. No quería provocar un accidente.

―¿Qué?

―El ruido de fondo durante la llamada... ¿qué acaso no te diste cuenta? Bien, sonaba como un espacio abierto, o sea, como un lugar lleno de naturaleza. Pude escuchar el ruido de los animales... tal vez... están en las zonas boscosas de las afueras, pero el caso es...

―En qué zona exactamente... es una zona muy amplia ―Joe habló casi en un susurro.

―¡Vamos, Joe! Has convivido muchos años con esa enferma, para tu desgracia, pero eso ahorita puede ser una ventaja. Vamos, la conoces, piensa como ella... ¿a dónde irías si fueras ella? De eso depende que lo salvemos.

―Tienes razón ―Joe cerró los ojos y respiró tan profundamente para calmarse que sonó como como un silbido―. ¡La desviación al Este! Ella me contó que era una zona que solía visitar con sus padres cuando tenían un día de campo en su infancia. Había una enorme roca y le gustaba mucho sentarse en ella y fingir que era un trono y ella, la reina del lugar... sí, ese lugar debe ser.

―Siempre con ese complejo de princesita monstruo. ¿Sabes? Me sorprende que esa hija de perra tuviera infancia... como sea, en ese caso ¡en marcha! ―rugió Tony―. Eso está al otro lado de la ciudad, pero ―comenzó a acelerar empujando el pedal con toda su fuerza―. Hoy Toreto será mi puta.

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―¡Ya basta!...

Marco tenía dudas, miedo, sus emociones estaban hechas un desastre. Dante, el chico que decía amar estaba siendo torturado frente a sus ojos y él no estaba más que paralizado mirando ¿acaso lo estaba disfrutando? ¡No!, se dijo. Pero su cuerpo estaba demasiado pesado para hacer algo. Fue un instante, unas milésimas. Hizo contacto visual con Dante.

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