Capítulo 3. La herida que aún sangra.

937 183 159
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—¡Por favor!, baja la voz —se oyeron unas voces discutir antes que se abriera la puerta.

Entró Joe con el ceño fruncido, seguido por una despampanante mujer rubia enojada. Joe se sentó en el borde de la cama, aquel dormitorio era bastante pequeño, pero evidentemente lujoso. La rubia se posó frente a él en actitud desafiante.

—¿Y bien?, ¿por qué no has respondido mis mensajes? —dijo muy cabreada—. No te he visto en toda la semana, ¿acaso me estás evitando?

—No, Estíbaliz, he estado ocupado...

—¿Con qué?, ¡oh, ya sé! Tal vez metiéndote polvito hasta por el culo porque solo para eso sirves.

—Estíbaliz, no.

—¡Estíbaliz nada! —su mano dio un potente latigazo asestándole un violento golpe en la cara a Joe—. ¡No me quieras ver la cara de estúpida, pobre de ti como me engañes con alguna zorra! Mucho, mucho cuidadito.

—Sí —dijo Joe mansamente con la mano sobre los labios, la sangre le inundó la boca, estaba totalmente acostumbrado a aquel sabor metálico.

—Dame tu móvil —chilló autoritariamente con la mano extendida frente a las narices de Joe—. ¡Rapidito! —tronó los dedos despectivamente.

—No —le tembló la voz—. ¿Para qué lo qu...? —se vio interrumpido cuando Estíbaliz le cruzó el rostro otra vez.

—¡A mí no me dices que no!

—¡Cálmate mi amor!

—¡De eso nada! ¿Me estás engañando verdad pedazo de hombre? ¿¡Quién es esa puta!?

Estíbaliz comenzó a descargar toda su furia sobre Joe, estaba fuera de sí. El rostro de Joe recibió cada golpe, cada insulto, cada acusación y cada palabra de desprecio sin oponer resistencia. «Pronto se calmará, pronto acabará» se decía a sí mismo y así fue (tal vez aquello se repetía con tal frecuencia que ya era una costumbre) luego de unos minutos ella se calmó y se bajó del regazo de Joe.

—Amor perdóname, no sé qué me pasó... —dijo resoplando—. Pero, pero es que me hiciste pensar lo peor. Me sentí súper mal ¿por qué eres así conmigo?

Comenzó a llorar, Joe se acercó y la abrazó mecánicamente, parecía demasiado normal. Joe permanecía como petrificado. Estíbaliz se soltó y rebuscó en su bolso.

—Mientras tú me tratas... como basura... yo... siempre te estoy consintiendo, toma —le arrojó una bolsita con pequeñísimos cristales dentro.

—Pero, ¿cómo? —Joe se sorprendió.

—Por favor, ambos sabemos que te gusta —comentó con malicia—. Te lo envía tu proveedor favorito, ¿no vas a agradecerme que te lo haya traído?

—Sí, perdóname —susurró con la voz ronca.

Escucha Mis ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora