Capítulo 29. Cuando la noche cae.

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―¿Y si no lo encontramos, Tony? No puedo permitir que algo le pase―gritaba Joe desde el asiento del copiloto mirando con desesperación a Tony―. Tony qué... ¿Tony? ¡Tony! ¡To...! ¡Ay!

Tony se salió del camino y estacionó a tal velocidad que casi provocó un accidente. Joe quedó un poco aturdido pues se había golpeado la cabeza. Cuando Joe reaccionó y quiso reclamar, Tony corría por enfrente del automóvil.

―¡Tony!, ¿a dónde vas?

―¡Baja maldito idiota o será demasiado tarde!

Joe no entendió, pero por instinto miró hacia arriba y se encontró con una escena horrorosa, Dante estaba al borde el barandal y solo se sostenía de una mano. Joe dio un grito de terror, trató de llamar la atención del chico desde abajo, pero no lo logró. Dante tenía la mirada fija en un pequeño objeto en su mano. Corrió hacia las escaleras del puente rebasando a Tony. Solo le tomó unos segundos llegar arriba, sintió una enorme tranquilidad cuando vio a Dante regresando al interior, aunque fuere de bruces contra el suelo.

―¡Dante, Dante! ―gritaba Joe.

Y como si el tiempo comenzara a ir más despacio... Dante trató de ponerse de pie cogiéndose del pasamano. El corazón de Joe se llenó de una alegría inmensa, había cumplido su promesa y lo había encontrado. Dante sonriendo comenzó a llorar.

Dante se recargó en el viejo barandal para lograr ponerse de pie, pero la estructura estaba demasiado vieja... cedió por el peso.

―¡¡¡NO!!! ―gritó Joe mientras trataba de llegar hasta él antes de que cayera―. ¡¡¡DANTE!!! ―gritó mientras se lanzó con todas sus fuerzas como último recurso. Joe estiró su mano, pero la punta de sus dedos apenas logró acariciar los dedos del chico.

La mano de Joe no llegó a tiempo...

Y como si alguien destrabara el tiempo, este comenzó a ir normal.

Dante le sonríe feliz... hay un eterno «gracias por hacerme creer y por amarme» en esa mirada... cae sobre un automóvil que lo arrolla ante la mirada e impotencia de Joe y de Tony, que se tapa la boca para ahogar un grito.

El corazón de Joe deja de latir por unos segundos, siente como si todo a su alrededor se estuviera congelando. Un grito se le atora en la garganta, le falta el aire... Dante, su pequeño esta... esta...

―¡¡¡AH!!! ―grita cuando la palabra «muerto» resuena en su cabeza―. ¡AH!

―¡NO!, ¿QUÉ HACES? ―Tony lo cogió halándolo hacia atrás. Joe en su dolor quiso saltar y seguirlo―. ¡Vamos! ―le ordenó halándolo y llevándolo hacia las escaleras para bajar lo más rápido que podía pues Joe estaba como loco.

―¡NO, EY NO!... ¡DETÉNGANLO! ―Tony gritó tratando de que detuvieran al automóvil que había arrollado a Dante, pero este se había dado a la fuga―. No importa después de todo...

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