Capítulo 30. Epilogo. La lluvia disfraza aquellas lágrimas que más duelen.

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5 años después...

Los tenues rayos de sol se filtran por la penumbra que reina por toda la habitación anunciando el amanecer. El despertador suena exactamente a las seis en punto, como todas las mañanas, despertando a Joe. Joe se sienta al borde de la cama, frota sus ojos y suspira pesadamente, mira en automático hacia el lado de la cama que Dante solía ocupar, era algo que acostumbraba desde hacía cinco años, como si albergara la esperanza que una mañana después de tanto tiempo, Dante, volviera a amanecer junto a él. Su mirada se perdió varios minutos hasta que un mensaje de Tony lo trajo de regreso.

―¡Maldición! ―murmuró cuando rebuscando unos papeles dejó caer un viejo folder con documentos dentro

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―¡Maldición! ―murmuró cuando rebuscando unos papeles dejó caer un viejo folder con documentos dentro.

El corazón le punzó al reconocerlo. Se inclinó y cogió el folder y comenzó a revisarlo. Tuvo que sentarse unos minutos porque sus piernas se quedaron sin fuerza, dentro, los papeles donde había gestionado un cupo en la mejor escuela de cocina de la zona para que Dante cumpliera su sueño de ser Chef. También halló un viejo y gastado par de boletos con destino a una ciudad costera, pues había soñado con mostrarle el mar al chico. Los ojos de Joe se empañaron y no pudo contener el llanto, había planeado tantas cosas con Dante y no pudieron ni hacer la mitad. No pudo seguir revisando los papeles, cogió una pequeña cajita y sintió que le faltaba el aire. Guardó inmediatamente todo en el primer cajón que encontró y le puso bajo llave.

Era una cajita que contenía un par de anillos de boda masculinos.

Respiró profundamente hasta calmarse, no quería que Tony lo viera intranquilo. Sonó el celular y supo que Tony había llegado por él. Salió más calmado. Tony no lo miraba pues estaba cruzando palabras con un apuesto pelirrojo que portaba una bata blanca. Joe sonrió caminando hasta el automóvil, era increíble que hacía tres años ese amigo tan loco y volátil había caído víctima del amor a tal punto de llegar al matrimonio. Aquel pelirrojo era Javier, el hombre que había robado el corazón de Tony y que ahora era su esposo.

―¡Buenos días, chicos! ―saludó Joe subiendo a la parte trasera del coche. Desde aquel día no había vuelto a pilotar un automóvil, le daban ataques de pánico si tomaba el volante.

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