Capítulo 23. El segundo clavo.

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Comenzaba a caer la noche, el cielo se teñía de colores rojizos y violetas previo a la negrura del crepúsculo. Dante caminaba cabizbajo con unas bolsas de compra, eran algunos alimentos que había ido a conseguir para Joe, pues le quería hacer una cena especial. Joe se encontraba fuera resolviendo unos asuntos legales, pero casi era hora de que llegara a casa, Dante se apresuró.

―¡Ah! ―dio un pequeño quejido cuando se estrelló contra alguien. Muy apenado alzó la cabeza para pedir disculpas, pero se encontró con una cara familiar.

«Hola, pequeño ¿cómo estás?» lo saludó Marco.

Dante se quedó boquiabierto. De no ser, por el avellana de sus ojos, casi no lo podía reconocer. Marco estaba muy diferente, se veía pálido y descuidado parecía enfermo, ojeroso, extremadamente delgado y con una fría y tétrica sonrisa que por un instante le heló la sangre a Dante.

«Hola Marco. Tiempo sin verte. ¿Cómo has estado?» Dante no quiso ser descortés.

«Ya sabes. Yendo de acá para allá. Desde que el amor de mi vida me dejó por tan poca cosa».

Marco le dio una mirada que le puso los pelos de punta a Dante, esos ojos reflejaban cierta locura y oscuridad.

«Tengo que irme. Adiós».

«Vas con él, ¿verdad?»

«Sí».

«¿Por qué Dante? ¿Por qué sigues a su lado? ¿no estás viviendo un infierno a su lado? Sé sincero no puedes ser feliz. ¿Por qué aferrarse a un final que sabes que no será feliz? Ese imbécil tiene escrito su futuro en piedra».

―¿¡Pero qué!? ―Marco se quedó aturdido. Dante le había asestado tremendo golpe directo a la mandíbula que lo había lanzado contra el suelo―. ¡Ja! ¿Quién lo diría? ―Se relamió la sangre del labio mientras se incorporaba.

Dante por su lado temblaba del coraje. Quería desatar toda su frustración sobre Marco, lo odiaba por decir cosas tan horribles. ¿Por qué el mundo los quería separar? ¿Tanto odio hay en el mundo que les afecta que dos personas se amen?

«Me voy. Aléjate de mí» Dante se dio la media vuelta.

Pero Marco lo cogió del brazo bruscamente obligándolo a mirarlo. Luego lo tomó de la barbilla y lo forzó a mirarlo a la cara. Dante sintió un terror imposible de describir, los ojos avellana ya no mostraban ese «amor» con el que solía mirarlo ahora solo había locura, dolor y frialdad. ¿Acaso siempre había estado esa oscuridad presente en él? ¿Ese era el verdadero Marco?

«Cuando lo pierdas todo, porque lo harás, recuerda que yo siempre estaré aquí para cuidarte. Vas a ser mío al final de todo. Lo juro».

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