Capítulo 22. Obstáculos.

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―¿Es una broma verdad? ―Joe abrió los ojos horrorizado―

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―¿Es una broma verdad? ―Joe abrió los ojos horrorizado―. Tiene que serlo...

―Lamentablemente no... yo quisiera que así fuera Joe, pero no. Tal parece que la vida nos está jugando sucio, muy sucio ―Tony negó incrédulo.

―¡Maldición! ―Joe golpeó la pared.

El arma secreta contra la terrible Estíbaliz se había esfumado, literalmente se había hecho polvo. Joe recién se enteraba por Tony que su amigo el dueño del restaurante había muerto en un terrible incendio en el local el mismo día del fallecimiento de Tlacaélel. Incendio que lo consumió todo, incluso las grabaciones de video que usarían en la defensa. ¿Había sido una fatídica coincidencia? ¿Dios estaba en su contra?

―Pero, aún tenemos las copias de los archivos ¿no es así? ―Joe comentó esperanzado―. ¿Te las envió verdad?

―Verás... ―Tony se rascó la nuca―. Las tenía, pero parece que alguien se metió a robar a mi casa y se llevó mi computadora.

―¡La puta que parió! ―Joe bufó.

―¿Será suficiente la declaración de Dante? ―Tony le preguntó a uno de los abogados.

―Le seré sincero señor, si fuera suficiente sería un milagro digno de toda fe ―respondió uno de ellos con pesadez.

―Yo...

―Ya podemos pasar, vamos ―Tony interrumpió a Joe pues ya era hora de la audiencia.

―¿Y Dante? ¡Ah, ahí está! ―dijo Joe.

«Vamos».

Todos pasaron a la sala y tomaron sus asientos. La audiencia transcurrió como siempre, pero al solicitar la declaración de Dante, esta fue negada.

―Debido a la relación entre el señor Urrutia y el señor Carretino y falta de pruebas, se deniega la solicitud de la defensa.

―¡Pero!

―¡Orden en la sala! ―gritó el juez irritado.

Joe no pudo evitar mirar que Estíbaliz parecía particularmente feliz, aunque así había estado toda la audiencia. Una macabra sonrisa como si supiera con anticipación que pasaría en la audiencia. Joe abrió los ojos en un gesto de sorpresa como si hubiera hallado alguna respuesta en esa sonrisa tétrica.

―¿Serás?... ―susurró.

―¿Joe?... ¡Joe!

―¿Qué?

―Vamos ―Tony lo estaba hablando. Todos se estaban levantando de sus lugares, al parecer ya había terminado la audiencia mientras estaba embobado mirando a esa horrible mujer―. ¿Estás bien?

―Sí, no pasa nada. Vamos.

«Lo siento mucho. No serví de gran ayuda».

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