Estaba sentada en una de las sillas esperando a Rubius y Mangel. Tenía miedo de quedarme dormida porque, literalmente, se me cerraban los ojos. El avión salía a las 8, y me he despertado a las 6:30 para venir hasta aquí con tiempo de sobra. Pero también tenía sueño por la emoción del viaje; anoche no pude dormir imaginándome cómo resultaría esta pequeña aventura. ¿Sería... divertido, aburrido, incómodo, inolvidable, la mejor decisión de mi vida o quizás me arrepentiría? No sabía exáctamente qué iba a suceder en Madrid, pero seguro que algo grande. Ni siquiera sabía cuánto tiempo iba a quedarme, pero calculé provisiones para unas dos semanas.
A pesar de que el aeropuerto de Granada era minúsculo, tenía un escaso tráfico aéreo y era muy poco utilizado, llevaba las gafas de sol. Llevaba puesta mi sudadera del monstruo de las galletas azul (sí, era verano pero por la mañana hacía fresquilo; debajo tenía una camiseta de manga corta de un gatito) y unos vaqueros negros con unas vans del mismo color que la sudadera, y llevaba el pelo a mi aire. Me puse los cascos con música animada para no dormirme.
Mi padre fue el que me había traído hasta aquí, con mi madre y mi hermano. Los tres se despidieron de mi como si exageradamente no fueran a verme nunca más, pero realmente lo que querían y deseaban era que ese viaje sirviera para lo que verdaderamente me habían dejado viajar. No es fácil dejar a una hija ir a una ciudad lejana con un chico sola.
Observé cómo el coche se alejó y no pude evitar sentirme triste y a la vez muy agradecida. Lo habían dado todo por mí y yo solo les daba problemas. Les había arruinado con todos mis problemas. Por ello, por otra parte, también quería que el viaje saliera bien para volver, darles una alegría y agradecerles todo de alguna manera.
Eran ya las menos veinte y ya mismo nos llamarían para embarcar. ¿Qué estarían haciendo?
- ¡¡TIOO QUE NO LLEGAMOH!! ¡¡CORREH!! -gritó una voz familiar.
- QUE NO ME GRITES, ¡GILIPOLLAS!
Cómo se notaban que ya habían llegado.
La gracia fue que no me reconocieron porque se pusieron delante mía y comenzaron a buscarme. Aunque teníamos prisa, me quedé sin decir nada a ver qué hacían.
- Illo, Rubiuh, ¿y ehta muhé?
- Eso digo yo. Voy a enviarle un mensaje a ver...
- ¿Hemoh ehtao corriendo pa ehto? ¿Pa ehperah?
- Venga ya, seguro que está por aquí en alguna parte.
-. ¿Y si ya se ha io el avión?
- Calla, Mangel, ¡calla! No des ideas a la suerte.
- Jodeeeer.
- Oye, que has sido tú el que se ha quedado dormido.
- ¡Porque no me ha sonao la alarma del móvil!
- ¡Es que tenías que haberlo puesto a cargar, subnormal!
- ¡Illooo y yo que iba a sabeeh si se iba a gahtah o no! No soy adivino, ¡coño!
No podía más. Solté una carcajada y me miraron. Al instante, supieron que era yo.
- ¿Todo esto soléis liar siempre? A eso sí que se le llama pasar desapercibidos -les dije entre risas.
- Em.. ¿cómo decírtelo? -comenzó a decir Rubén-... ¿Sabes que llegamos tarde y tu te quedas ahí sentada riéndote de nosotros en nuestra cara?
- Efectivamente. Qué listo eres... -le sonreí divertida quitándome las gafas.
Rubius me miró con rabia pero luego acabó riendo conmigo.
- Será mejóh que vayamoh yendo o de verdáh nos quedamoh aquí -dijo Mangel.
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Caprichos del destino (ElRubius y tu)
FanfictionLuces, destellos y una multitud caminando a toda prisa. Sonidos y voces que ensordecen el centro de Tokio. Carteles luminosos que ciegan la oscuridad de la noche. Gente caminando hacia todas partes. Soldados con pasos firmes yendo de un lado a otro...