Capitulo 22

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Rubius

Le di un trago a mi Coca Cola. No podía parar quieto en mi asiento. Estaba nervioso y emocionado, sudando como un cerdo. Después de todo lo que le había organizado seguro que vendría directa a mis brazos, alegre y feliz, sobre todo por lo de la guitarra. 

Aquel día que la dejé sola y, por desgracia, vino Carla, le dije que tenía que ir a hacer unas cosas con Mangel, pero en verdad habíamos quedado él y yo para ir a por una guitarra. Se la pude haber comprado aquel día que fuimos ella y yo, pero estaban carísimas y en aquel momento no tenía todo ese dinero. Así que decidí ahorrar y coger un poco del dinero que tenía guardado para hacer viajes. Había hecho ese sacrificio,aunque el imaginarme su sonrisa y su felicidad cuando la viera era todo lo que quería a cambio.

Además de eso, me había pasado la noche anterior despierto organizando todo este juego. Al principio, mientras pensaba en cómo sorprenderla y se me vino a la mente el juego, me eché un poco atrás porque el juego tenía otro significado: lo solía hacer para meterme en el bolsillo a alguna chica. Pero yo ya no era así. Ahora estaba ella. Mi Abril. Y pensé en cambiar el significado del juego. Un juego que seguramente no volvería a hacer porque ya lo tenía todo. Tenía a la chica de mis sueños y no me haría falta recurrir a él con otra porque no habría otra. Ella sería la chica con la que iba a pasar el resto de mi vida. Por todo ello, cogí a Mangel y por la mañana muy muy temprano fuimos comprando y preparando las cosas. Quedamos tan temprano porque teníamos que coger autobuses para ir a todos los sitios, sobre todo a la Complutense, pero, por suerte, nos dio tiempo. En ningún momento pensé en cambiar de idea por si ella se perdía. Era muy lista, y seguro que ha llegado a nuestro piso antes de tiempo porque había resuelto fácilmente todas las pistas. Y prueba de ello fue la llamada de Mangel diciéndome que ya había pasado por su casa. Todo iba sobre ruedas. Y todavía quedaba nuestra cena y una noche de celebración con nuestros amigos. Le había dado un cumpleaños redondo. Estaba ansioso porque viniera con aquella sonrisa radiante.

Le puse en el vídeo que viniera a las 11 a cenar a este restaurante que tanto le gustó. Sé que era tarde, pero era un margen de tiempo que pensé dejar por si acaso ella tardaba más. Solo por precaución. Y pronto llegaría esa hora. Seguro que a las 11 en punto aparecía tan bella como siempre con algún atuendo increíble que hacía resaltar aun más toda su belleza exterior e interior. Yo también quería sorprenderla, y me puse ropa que a ella le gustaba que me pusiera: me puse mis pantalones vaqueros negros, una camiseta de las mías y la americana negra. Le encantaba esa chaqueta. ¡Qué nervios!

Por fin llegó esa hora y me dediqué a mirar por la puerta de la entrada. Aún cuando el local estaba casi lleno porque la gente ya estaba cenando, a veces entraba gente. Me quedé mirando la puerta muchísimo rato mientras esperaba con entusiasmo. Sin embargo, me quedé mirando tanto tiempo que la gente, en vez de entrar, ahora salía y mi bebida se terminó.

Eran casi las 12 menos cuarto cuando quise darme cuenta de la hora. ¿Dónde estaba? Me empecé a preocupar seriamente. Ella no solía tardar y si hubiera pasado algo seguro que me hubiera llamado. Decidí llamarla y saltarme el juego porque esto ya era otro asunto. La llamé mil veces y no me cogió el teléfono. Ya eran las 12. Decidí marcharme y buscarla.

¿Y si había tenido algún accidente con el coche? O... no se, ¿se habría puesto enferma? Llamé a mis amigos por si sabían algo de ella pero no sabían nada. ¿A dónde podría ir a buscarla? Empecé a desesperarme y preocuparme de verdad. A ver, Rubén, piensa racionalmente. En un principio se supone que tiene que estar en nuestro piso porque allí le dije que fuera. Vale, comenzaría por allí.

Salí corriendo hasta llegar a nuestro piso. Llegué sin aliento. Subí por las escaleras casi de dos en dos escalones hasta que llegué a la puerta. Saqué las llaves y abrí. Cuando entré, escuché ruidos. Tenía que ser ella, pero la llamé y no obtuve respuesta. Llegué al salón y vi que la guitarra y el globo de corazón estaban en el sofá. Es decir, que al menos ha pasado por aquí. Entonces, ¿esos ruidos de qué eran?

Caprichos del destino (ElRubius y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora